IDEAS
Banville es Black (o no)
Ramón de España
Periodista
Ramón de España
'La novela negra no necesita que nadie la dignifique o la trascienda. Eso es, por lo menos, lo que uno cree, pues considera que escribir un buen 'thriller' es dificilísimo y le supera, aunque le encantaría conseguirlo (de momento, me limito a devorarlos, a ver si aprendo algo). Pero los críticos literarios suelen disentir de mi afirmación y agradecen enormemente que un autor de los, digamos, serios se rebaje a escribir una novela policiaca con la noble intención de prestigiar el género. Cuando Martin Amis publicó 'Tren nocturno', la crítica se congratuló sobremanera, pero a mí me pareció una novela espantosa. Tampoco compartí el entusiasmo general -debo ser un tarugo- cuando John Banville, algunos de cuyos libros me habían gustado mucho, se inventó a su álter ego Benjamin Black para escribir 'El secreto de Christine', novela negra que terminé con cierta lentitud y dificultad porque tanto la trama como el protagonista se me antojaron bastante aburridos. No volví a leer una novela del inspector Quirke, pero intenté ver la adaptación televisiva con Gabriel Byrne y me quedé frito en el sofá a la mitad del primer episodio. Como ya he dicho, debo de ser un tarugo, ya que tanto las novelas como la serie han sido muy del agrado del público selecto y la crítica con fundamento.
La novela negra no necesita ser dignificada por los autores llamados serios
Ahora, a Benjamin Black le acaba de caer el sustancioso premio RBA por la primera aventura del inspector Strafford, 'Pecado', y puede que vuelva a picar, no sea que lleve años equivocado, aunque más que nada porque la cosa empieza con un cura muerto, que es un punto de partida que siempre me resulta atractivo. Si me gusta, me retractaré de todo lo dicho, pero si no, volveré a mi teoría de que no escribe 'thrillers' quien quiere, sino quien puede. Y me lanzaré a reivindicar la obra de esos brillantes artesanos que, como Harlan Coben o Linwood Barclay, tienen la habilidad de mantenerme enganchado a sus libros, aunque los olvide a los 15 minutos de haberlos leído.
En cualquier caso, insisto en lo que decía al principio: la novela negra no necesita ser dignificada ni por Banville ni por Amis ni por nadie. Cosa distinta son las aproximaciones respetuosas al género, frecuentemente bañadas en sentido del humor, que realizaron en su momento escritores que, como Borges o Eça de Queiroz, tenían otros asuntos a los que dedicarse.
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