El debate sobre un sector clave

Turismo y sostenibilidad: ¿qué modelo?

El turístico no puede ser en Barcelona un negocio con el precio de la vida de la ciudad y sus habitantes

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GEMMA ALTELL

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El verano empezaba con una importante polémica sobre el modelo turístico en Barcelona y Catalunya. La situación se crispó a raíz de los incidentes perpetrados por Arran, pero más allá del debate concreto sobre estos hechos se empezó a evidenciar lo insostenible de la situación actual y la necesidad de profundizar en el choque de intereses diversos que se juegan entre el negocio del turismo y la convivencia ciudadana.

Desgraciadamente, el 17-A rompió crudamente la posibilidad de abrir cualquier otra cuestión que no fuera el trágico atentado. Hoy por hoy es difícil poner en cuestión el turismo en Barcelona después de todo el sufrimiento de las últimas semanas. Con la voluntad de volver a la normalidad, intentaré retomar el discurso allí donde lo dejamos, entendiéndolo como un tributo a la vida que continúa y continuará latiendo en la ciudad.

Hay que integrar también el turismo en políticas que pretenden enfocarse al cuidado de las personas más que interpretar a las personas o las ciudades como instrumentos de un negocio

Nos encontramos delante de un difícil equilibrio entre el modelo de negocio del turismo, que sin duda aporta riqueza a la ciudad, y la sostenibilidad de la vida ciudadana. Un punto de vista que incluya la perspectiva de género puede aportar algunos elementos al discurso. Barcelona hace muchos años que está derivando hacia un 'servilismo' turístico. Por un lado, pasando por encima del bienestar de la ciudadanía; por otro, contribuyendo a la precarización laboral de las personas que trabajan en este sector, que son mayoritariamente mujeres.

Por lo que se refiere al primer aspecto, constatamos que las diversas opciones políticas que han tenido la oportunidad de gobernar en los últimos años, pese a realizar algunos esfuerzos importantes, no han conseguido poner límites a la masificación turística de zonas cada vez más amplias de Barcelona. Haría falta, pues, promover la integración del turismo dentro de la vida de la ciudad, contribuyendo a desarrollar un modelo turístico responsable. El nuevo gobierno municipal se ha destacado, entre otros aspectos, por la voluntad de poner la vida de las personas en el centro de las políticas y del modelo de ciudad. La reflexión sobre el turismo no debe ser una excepción.

La mirada feminista ha contribuido sustantivamente a impulsar medidas para hacer de Barcelona una ciudad más vivible por su ciudadanía. Si bien es cierto que actualmente se están llevando a cabo controles regulares sobre el estatus de los pisos turísticos y otras medidas, sería importante incorporar de forma transversal el impacto del turismo en todas las políticas de humanización de la ciudad: mobiliario urbano insuficiente para poder descansar y disfrutar de la ciudad, accesibilidad y capacidad del transporte público para absorber a toda la ciudadanía que lo requiera, concentración de establecimientos exclusivamente turísticos en determinadas zonas, desaparición de establecimientos para las compras cotidianas en determinados barrios, actividades de ocio promovidas buscando únicamente el público turístico, falta de mensajes cívicos dirigidos al turismo, etcétera.

Fuente de ocupación laboral

No se trata del clásico debate sobre la promoción de un turismo de calidad que acaba culpabilizando de lo que pasa a las personas que nos visitan, se trata de cómo nos posicionamos como ciudad para integrar también al turismo en unas políticas que pretenden enfocarse al cuidado de las personas más que interpretar a las personas o las ciudades como instrumentos de un negocio.

Aquí es donde entramos en uno de los aspectos concretos y relevantes de ese 'servilismo'. El turismo como fuente de ocupación laboral. También en este punto la perspectiva feminista ha visibilizado las situaciones de algunos sectores de ocupación altamente feminizados. El gobierno municipal está siendo sensible a la mayor precarización laboral de las mujeres, especialmente en algunos sectores con baja cualificación profesional. El sector turístico es un ejemplo paradigmático. La ocupación en el sector turístico es mayoritariamente femenina (más del 60%), pero sigue reproduciendo las desequivalencias como en otros sectores. Solo entre un 10% y un 15% de los altos cargos son ocupados por mujeres. Asimismo, la brecha salarial entre hombres y mujeres en el sector es del 21%. Pero lo que es más importante es que las mujeres están especialmente precarizadas en el ámbito de la hostelería. Uno de los casos más claros es el de las camareras de piso, siempre mujeres, con salarios vergonzosos y horarios inhumanos. Tampoco esta realidad responde al modelo de ciudad deseada. La economía no puede crecer gracias a la precarización del trabajo, y del trabajo femenino en concreto. El turismo no puede ser un negocio al precio de la vida de la ciudad y de su ciudadanía.

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