IDEAS
La tarde en que murió la música
Cuando conocí a Junot Díaz, el premio Pulitzer de origen dominicano me acabó soltando: "Está muy bien que me veas así, tigre, pero a mí no me va esa vaina, me gustan Joy Division" (dijo "lloidivisión"). Esto sucedió con ocasión del festival Primera Persona, que codirijo con Kiko Amat, y su enmienda llegaba porque había preparado un vídeo de homenaje a su obra con música de latin soul de Bobby Valentin: asumía que a un autor de sangre caliente no le iba a gustar una banda atormentada de Manchester, pero así era. No me habría sucedido si hubiera recordado su novela,donde el protagonista dice que él no es "el caribeño sexy por el que la industria del turismo vive y muere".
Si se quiere conocer a alguien, puede ser útil saber qué música escucha más allá del cliché que acarree por su origen. Días después del atentado en la Rambla leí las declaraciones del primo de uno de los terroristas abatidos (porque, como en el Equipo A, aquí nadie muere, se le abate o cae abatido). Decía que el imán Abdelbaki es Satty se había acercado a él para hablarle "de que escuchar música era malo". Automáticamente me pregunté: ¿y qué música estabas escuchando? Porque ese podría ser un buen atajo para romper esa distancia casi clínica con la que se dan datos fríos sobre los implicados y su entorno.
Para conocer a alguien, puede ser útil saber qué música escucha más allá del cliché que acarree por su origen
Yo le podría explicar, entonces, la que escucho yo. O que días después del atentado fui a una de las tiendas de discos de Tallers, mi meca desde la adolescencia. Le pregunté a la dependienta, 'piercing' y pelo 'garçon' caoba, cómo se había sentido aquella tarde. Me explicó que se encerraron allí, que hubo ataques de pánico, que bebieron agua y que pusieron la radio para escuchar las noticias. Y pensé en ese otro pequeño detalle: debió de ser la primera vez que en Revolver sonó un noticiario y no canciones.
Digo todo esto pasadas un par de semanas porque es evidente que todo esto no aportaría ninguna solución definitiva. No me pongo estupendo apelando a Shakespeare: "Si el amor se alimenta de música, dádmela en exceso", porque demasiado clima de ingenuidad desatinada y de cinismo grandilocuente ha dominado esta tragedia. Pero sí creo que para buscar soluciones hay que entender los problemas y que las mejores pistas están en los pequeños detalles.
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