ANÁLISIS

¿Por qué hay hambre en Corea del Norte?

Una piscifactoría en Pionyang.

Una piscifactoría en Pionyang. / ADRIÁN FONCILLAS

Rafael Vilasanjuan

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No es nada nuevo. El hambre en Corea del Norte es endémica, sucede año tras año, principalmente porque tiene un modelo de producción ineficiente, incapaz de producir todos los alimentos que su población necesita. Aunque normalmente esto afecta a las capas de la población mas desfavorecidas hay algunos años, como este, donde la situación pasa a ser crítica y afecta a mas de la mitad de la población. El país se queda sin sus alimentos básicos: maíz, arroz, soja o cereales. La cuestión es ¿Por qué? ¿Cómo un país que se permite amenazar invirtiendo en la última tecnología nuclear, puede tener problemas para alimentar a su población?

Aunque parezca que no tienen relación ambas cuestiones están ligadas. En condiciones normales el país acaba comprando alimentos o recibiendo ayudas sobre todo de China. De esa manera supera las crisis menores, pero como ya ocurrió en los 90, donde la hambruna se llevó a mas de un millón de vidas, este año una sequía persistente ha anulado ya la cosecha de verano y amenaza la de otoño. Castigado por las sanciones que Occidente ha impuesto al régimen totalitario de Kim Yong-un, las exportaciones no les rinden para comprar fuera los alimentos que el país no puede producir. Para el Gobierno de Corea esa es la razón para no reconocer la hambruna como un fracaso propio, sino como consecuencia del acoso internacional. Y aunque en parte tiene razón, en parte también es propaganda o al menos una visión interesada para defenderse frente a una población que no tiene nada que comer y para reclamar que se rompa el embargo.

Mercado de alimentos privado

Pero lógicamente hay mas. Acostumbrado a las pequeñas hambrunas, las que castigan cada año a los más vulnerables, el régimen ha permitido, -incluso alentado-, la creación de un mercado de alimentos privado que vienen de fuera y que está en manos de los militares de alta graduación. Un país que derrocha el 25% de todo su producto interior en gasto militar, ha creado una élite de oficiales corrupta, mientras los soldados no tienen comida. Desde la hambruna de los 90, los alimentos en Corea del Norte se han convertido así en el principal bien estratégico del país y de quienes lo controlan.

Con la distribución en manos de un Ejército corrupto, ni siquiera una operación masiva de ayuda, para evitar que muera otro millón de personas como en la ultima gran hambruna, ofrece garantías de que acabe llegando a los más necesitados. La vida de millones de personas a riesgo que ya sufren el castigo de su propio Gobierno bien merece la pena, pero conociendo la historia negra de este país, capaz de utilizar estratégicamente el hambre de su gente, cualquier operación humanitaria tiene que plantearse tres principios básicos. El primero poder evaluar las necesidades y tener acceso directo a la población que más los necesita; el segundo que la ayuda no refuerce un modelo de control del Ejército y acabe en sus manos y el tercero que esta nueva operación no acabe reforzando aún más a un régimen tiránico. Todo un reto.