'Nosotros' y 'ellos', maldita línea

A medida que se acerca el 1-O el debate público deviene más virulento, aflora el odio al discrepante. La polarización maniquea dejará en la sociedad catalana unas heridas que tardarán en cicatrizar

Asistentes a la manifestación 'No tinc por'.

Asistentes a la manifestación 'No tinc por'. / periodico

ENRIC HERNÀNDEZ

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Conmocionados aún por las tragedias de Barcelona y Cambrils. Decepcionados por la triste imagen internacional que algunos quisieron proyectar de la manifestación del sábado. Ingratamente sorprendidos por el impúdico empleo de las víctimas como armas arrojadizas en la batalla política. Así afrontamos el convulso septiembre que se avecina: alarmados por la virulencia dialéctica del debate público, por las campañas de intimidación para acallar la voz del discrepante, por el odio visceral que anida en tantos corazones. De nuevo, la maldita línea entre 'nosotros' y 'ellos'. La que incendió Barcelona hace más de un siglo. La que asoló España 80 años atrás. La que enajenó a un puñado de jóvenes en RipollRipoll. La misma.

El separatismo, en su ya dilatada huida hacia adelante, ha abierto entre los catalanes profundas heridas que tardarán en cicatrizar. A medida que se acerca el 1-O, la polarización maniquea de la sociedad, alimentada a base de propaganda soez y teorías conspirativas, va envenenando el debate.

Amortizados los reproches por el autoritarismo del Estado, el carácter maléfico de cuanto procede de España y demás lindezas, ahora quienes de verdad indignan al independentismo más impaciente son los catalanes decididos a dar la espalda al 1-O, sean contrarios a la independencia o reacios a legitimar otro simulacro de referéndum como el del 9-N. Si tú no vas a votar es que no quieres que yo vote, que te parece bien que me lo prohíban, que en la práctica me impides votar. Este es el nivel.

"A los que votarán 'sí'"

A combatir esa peligrosa distinción entre buenos y malos catalanes no ayudan Junts pel Sí y la CUP cuando aclaran que la ley de transitoriedad y fundacional de la república catalana está orientada a "dar un marco conocido a los que votarán que 'sí'" (Lluís Corominas). Los del 'no', se infiere, con su pan se lo coman; curiosa manera de promover un referéndum inclusivo y estimular la afluencia a las urnas. La responsabilidad de todos los políticos, piensen como piensen, es evitar que su incapacidad para dialogar sin condiciones previas ponga en peligro el bien más preciado para Catalunya: la convivencia.