En primera persona

Hasta aquí he llegado

Llegué a pensar que mi vida, al no tener bodas, niños y piso, no tenía sentido

Una pareja, en Barcelona.

Una pareja, en Barcelona.

ESTEFANÍA GONZÁLEZ

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Hace un año escribía sobre la presión social que tienen los jóvenes, y los no tan jóvenes, sobre la maternidad, la independencia y los clichés sociales que la sociedad te ‘obliga’ a cumplir cuando llegas a cierta edad. Después de un año sigo pensando lo mismo. Mi vida no ha cambiado mucho durante este periodo de tiempo. Sigo siendo estudiante, llevo 11 años con mi pareja, sigo viviendo en casa de mis padres y estoy a punto de cumplir 28 años. Sí, amigos, tengo casi 28 años y sigo en casa de los padres, pero no por mucho tiempo. A final del verano me independizo, no por presión social sino porque cuando uno llega a ciertas edades el cuerpo ya te pide algo más de intimidad, sobre todo cuando llevas tanto tiempo con tu pareja.

Ahora que ya tenemos el piso, esa pregunta queda descartada cuando nos preguntan sobre nuestro futuro. Pero quedan algunas más en el tintero de la gente que se interesa extremadamente por la vida de los demás. Tenemos la pregunta típica de la boda: «Bueno, ahora que os vais a vivir juntos, ¿para cuándo la boda?». Mi respuesta es siempre la misma, la que repito una y otra vez: que ahora mismo no pienso en boda. Ya tenemos suficiente con tener que pagar un alquiler, un coche, los gastos que conlleva estar viviendo en un piso y seguir estudiando, aparte de tener algo de vida social, claro. No estoy en contra de que la gente se case, ni muchísimo menos, pero no porque el resto de gente que nos rodea lo haga yo también tengo que hacerlo. Tal vez me case, tal vez no. Tal vez un día decida irme al juzgado y firmar un papel y nadie se enterará, o tal vez me toque el Euromillón y decida hacer una boda que deje la de Messi a la altura del betún, pero ahora mismo no es mi intención.

Hablemos de la pregunta de los hijos: «¿Y para cuándo el bebé? Porque tú ya tienes una edad». ¿Perdona? ¿Una edad? Sí, tengo una edad, casi 28. ¿Acaso estoy al borde de un precipicio del que me caeré si no tengo un hijo inmediatamente? Mi respuesta es siempre la misma, que no es el momento adecuado, aún tengo cosas por hacer, como disfrutar de mi independencia con mi pareja, poder viajar los dos solos, disfrutar el uno del otro y poder vivir sin que nadie tenga que depender de nosotros. Con esto no quiero decir que no quiera ser madre, porque sí quiero ser madre, tengo el instinto maternal despierto desde hace años, me encantan los niños, pero un bebé ahora mismo no sería lo mejor.  La respuesta que normalmente me dan  a mi «quiero disfrutar de mi pareja» es:  «Yo a tu edad ya me había casado, tenía tres hijos y trabajaba». Pues muy bien, señora, yo admiro enormemente que usted pudiera hacer todo eso, pero yo no quiero ni tampoco puedo. Actualmente la vida se ha puesto muy difícil. Ya sé que antes la vida no era un camino de rosas para todo el mundo, pero las cosas han cambiado, todo es mucho más caro y los sueldos a veces no llegan ni para alimentar dos bocas, y no quiero ni imaginar tener que alimentar dos o tres más.

Feliz, muy feliz

Hubo un tiempo en el que me sentí tan presionada que incluso llegué a pensar que estaba perdiendo el tiempo estudiando. Llegué a pensar que trabajaba y trabajaba solo para tener un marido, un bebé y un piso. Llegué a pensar que mi vida, al no tener bodas, niños y piso, no tenía sentido. Hasta que un día dije: hasta aquí he llegado. Me centré en estudiar, trabajar y vivir la vida a mi manera. Sin importarme lo que hicieran los demás ni pensaran de mí. ¿Y sabéis qué? Soy feliz, muy feliz, sin bebés, sin boda, casi independizada y a las puertas de los 28.

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