Cárcel de lujo

Geografía panameña

Soto del Real se parece bastante más a un acampada juvenil de criminales trajeados que no a un centro penitenciario al uso

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Josep Maria Fonalleras

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Ayer nos fijábamos en barrotes y alambradas y seguimos hoy con más prisiones. Se reproducen las características esenciales (la falta de libertad, por supuesto, la reclusión, la imposibilidad de tomarse una cerveza en el bar de la esquina) pero el interior parece haber cambiado. No me atrevería a decir que es un lujo estar en Soto del Real y que incluso hay delincuentes que delinquirían por el placer de visitar lo que el vulgo ha calificado como un hotel, pero lo cierto es que la imagen que nos llega de la cárcel se parece bastante más a un acampada juvenil de criminales trajeados que no a un centro penitenciario al uso. Lo habitual, en casos similares, es dispersar a los presos para que la cárcel no se convierta en un centro de confabulaciones urdidas entre rejas, pero en Soto del Real parece que la cosa va al revés. 

Dicen los abogados de postín que comparten estrategias judiciales en el vestíbulo de la cárcel y que «ahora mismo es más fácil hacer contactos dentro de Soto que fuera». Debe ser impresionante ver pasear por este patio con césped incorporado a Sandro Rosell y a Jordi Pujol Jr., discutiendo sobre geografía panameña y fechorías varias, o a Ignacio González y a Díaz Ferrán intentando definir con exactitud el concepto de corrupción. También Miguel Blesa fue un asiduo de Soto del Real pero parece que ahora discurre por otros paraísos.