El debate sobre el turismo

Miedo a perder la ciudad

Es imprescindible un pacto social que incluya agentes económicos locales e instituciones para poner límites a la masificación actual

El Park Güell, el pasado mes de octubre.

El Park Güell, el pasado mes de octubre. / periodico

IOLANDA FRESNILLO

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Turismofobia vendría a ser una forma peyorativa de contar lo irracionales que somos las que, defendiendo los barrios y el derecho a la ciudad, nos oponemos al actual modelo de turismo masivo que arrasa en Barcelona.

Vayamos a la RAE.

'fobia'.

Del griego phobía 'temor'.

1. f. Aversión exagerada a alguien o a algo.

2. f. Temor angustioso e incontrolable ante ciertos actos, ideas, objetos o situaciones, que se sabe absurdo y se aproxima a la obsesión.

Aversión exagerada al turista o al turismo.

Temor angustioso e incontrolable a ser expulsado de tu casa, de tu barrio, de tu ciudad por la presión turística sobre la vivienda, temor, absurdo dicen, a no poder pagar, a que no te renueven el contrato de alquiler … si me echan, ¿dónde iré?

El término turismofobia es usado peyorativamente por medios y opinadores profesionales para desacreditar a quien critique uno de los sectores más rentables del capitalismo del siglo XXI. El turismo es ya una de las principales industrias globales, con un volumen de negocio que, según la Organización Mundial del Turismo, "iguala o incluso supera al de las exportaciones de petróleo, productos alimentarios o automóviles". Solo un loco estaría en contra de tal portento de la economía moderna.

Coste-beneficio

Sin embargo, cabe preguntarnos quién se beneficia de tal volumen de negocio y qué impactos genera su monocultivo en una ciudad como Barcelona. Resulta imprescindible realizar un análisis coste-beneficio, teniendo en cuenta no solo las grandes magnitudes económicas, no quedarnos en la cantidad de puestos de trabajo vinculados directa e indirectamente al turismo, sino también la calidad del empleo generado; analizar la destrucción de empleos y negocios tradicionales que provoca en la pequeña y mediana empresa local; el impacto sobre los precios y la oferta de vivienda disponible para vecinos y vecinas; la ocupación del espacio público en detrimento de usos vecinales, necesarios para la cohesión social y la reproducción de la vida; y un largo etcétera. Un análisis que no solo aborde lo económico, sino también el impacto sobre el bienestar social y el derecho a la ciudad, nos muestra una realidad en la que el monocultivo turístico no es tan bueno para Barcelona. Solo un loco estaría en contra de ponerle límites.

A todas nos gusta viajar, descubrir y disfrutar otras ciudades. No estamos contra el turismo. Nos oponemos a este modelo de turismo que genera dependencia económica y externalidades sobradamente probadas. Un modelo que aboca a la Barcelona que tanto gusta a vecinas y visitantes a su desaparición. La masificación turística y su monocultivo como motor económico de la ciudad no debería interesar a nadie.

Por ello es imprescindible un pacto social, que incluya agentes económicos locales e instituciones para poner límites a dicho modelo, para proteger el derecho a la vivienda, para garantizar una ciudad vivible, unos barrios en los que el espacio público sea un espacio de vecindad, una ciudad que proteja su comercio local y en la que todos respeten los derechos laborales y la dignidad de las trabajadoras. Y sí, algunas tenemos miedo (que no fobia absurda) que el turismo acabe con esta ciudad vivible que nos gustaría que fuese Barcelona.

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