En primera persona

Vivir con mi alien

El lado malo de la vida forma parte de la vida y yo la adoro con todas sus caras. Mi lucha ha sido por mi estado de ánimo

El amanecer desde el ISS.

El amanecer desde el ISS. / periodico

MARTA MESONERO

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El 12 de diciembre del 2016 me regalaron una segunda vida. Me operaron  de unos quistes endométricos en los ovarios y el intestino. Cuando ya cerraban, hallaron en el recto un tumor de tres centímetros. A los 26 años, ahí estaba.

Para limpiarlo, me cortaron gran parte del recto y lo reconstruyeron con lo que quedó, unos cuatro centímetros que se han convertido en la parte más querida de mi cuerpo. Y aquí la primera palabreja: para proteger la zona y que curara bien realizaron una ileostomía. Para entendernos, me sacaron el intestino delgado por la tripa creando algo así como un alien. ¿Recordáis la peli? La escena en la que sale por la barriga es lo que me vino a la mente la primera vez que lo vi. Cuando desperté la bolsa se convirtió en mi peor pesadilla. Era gigante y transparente. Se veía perfectamente el trozo de intestino, rojo y enorme. A eso se le sumó que no tenía ningún tipo de control sobre él.

Lloré durante un día entero, no me veía capaz de seguir mi vida con algo así. Mis amigos querían venir a verme pero yo no sabía cómo. ¿Y si sonaba delante de ellos? ¿Y si se inflaba? Y el olor... Por mucha colonia que pusiera seguía ahí. Pasé tres días en cama hasta que me dieron los resultados de la biopsia y me dijeron que lo que habían encontrado era cáncer.

Ganas de vivir

Esa palabra significaba muerte. Pensé: «Has tenido una vida muy bonita». He viajado, conocido a personas increíbles, había querido mucho y me había sentido muy querida. Aunque si hay más... ¡bienvenido sea! Dejé de divagar, no todo tenía por qué estar perdido y empecé con las preguntas de rigor. ¿Ahora qué toca hacer? Cuando la doctora se fue me sentí con fuerza por primera vez en tres días. Mi mente débil y obsesionada con la bolsa se volvió fuerte y dispuesta a aguantar lo que viniese. Tenía ganas de vivir, me encantaba mi vida, mi gente y mis planes. La vida era muy bonita para rendirme.

Me fui a casa. Los primeros días tardaba una media de 20 minutos en cambiar la bolsa y si tocaba renovar el aro podía estar hasta una hora. Un mes después se convirtió en algo mecánico, como quien se maquilla cada día antes de salir de casa. No podía trabajar, comer ni beber según qué, ni hacer deporte, ni viajar o salir de fiesta pero habría cosas que si podría hacer como una chica normal de 26 años ¿no? Para salir al mundo me preparé una mochila con el 'kit' de supervivencia. Encontrar algo que ponerme fue desesperante. En mi armario no había nada que tapase la bolsa, o eso creía yo. Nada me gustaba, necesitaba camisetas anchas, largas y cómodas pero a la vez quería verme guapa y subir un poco la autoestima. Era imposible, me pusiese lo que me pusiese la bolsa estaba ahí.

A pesar de estar un poco en tensión, controlando los movimientos y ruidos del alien, disfruté mucho de la normalidad de ir a tomar algo con amigos. Tuve varios sustos. A los pocos meses de empezar la radio quedé con una amiga. Estábamos en una terraza y noté que parte del aro se despegaba y empezaba a salir el contenido de la bolsa. Corrí al baño como pude intentando no mancharme la ropa. Aún no sé cómo lo hice. Desde entonces en mi mochila también hay una muda. De todo se aprende.

Mi estado mental

La quimio fue muy dura. Pasaba semana y media encerrada en casa y cuatro días en libertad. Mis amigos y familiares me animaban contando los ciclos que faltaban, «venga que solo quedan cuatro ciclos» decían mis amigos. ¿Solo? La palabra es «aún». Fueron unos meses muy duros en que no reconocía ni a mi propio cuerpo. Cánceres hay de todos los tipos, colores y tamaños. Yo no he tenido ni el más difícil ni el más fácil, he tenido el mío y he tenido mi proceso. Mi lucha no ha sido contra los bichitos, de eso se encargaban mis médicos y el tratamiento, mi lucha ha sido controlar mi estado mental y anímico. Cada día leía en las noticias que algún famoso había caído «en la batalla contra el cáncer». Mi consuelo era saber que por cada paciente que muere hay otros tantos que sobreviven.

Ahora he terminado el proceso y espero a que me operen para quitarme la ileostomía. Quiero compartirlo porque las historias que salen bien merecen ser contadas. A mí me hubiera reconfortado saber que aunque todo parece negro en ti está la solución para verlo en color. Que si un pantalón no queda bien, prueba con una falda. Que si la comida es insípida, prueba nuevas maneras de cocinar. Que si no es posible ir a la playa por la tarde, por la noche el agua está perfecta y hay menos gente. Que una experiencia negativa puede ser una buena historia que contar y pasar el rato entre risas. Que si alguien se aleja, no merecía la pena que estuviese a tu lado. Que si hay un día malo, el día siguiente será perfecto porque ya sabes cómo es estar en un agujero y ahora decides disfrutar. El lado malo de la vida forma parte de la vida y yo la adoro con todas sus caras.