La guerra y el tercer género

"La guerra es miedo, una y otra vez miedo, seas hombre o mujer", afirma Mónica García Prieto

Mónica García Prieto, ganadora del premio Cirirlo Rodríguez, con los finalistas del galardón el pasado mayo en Segovia.

Mónica García Prieto, ganadora del premio Cirirlo Rodríguez, con los finalistas del galardón el pasado mayo en Segovia. / periodico

Marta López

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El último número de la revista 'afkar/ideas' dedica un amplio espacio al periodismo de guerra, en el que conocidos periodistas comparten sus reflexiones sobre el asunto. En esas páginas escribe entre otros, Mónica García Prieto, una de las reporteras españolas con más experiencia en la cobertura de conflictos, quien responde a la pregunta que siempre de forma recurrente se le plantea: cómo afecta su condición de mujer a su trabajo. Pregunta que otras compañeras que desempeñan su labor en zonas difíciles –y que son muchas- se ven casi siempre obligadas a contestar.

Vale la pena leer la reflexión que hace García Prieto en la revista. «Una guerra es hambre, es incertidumbre, es dolor con mayúsculas y es, una y otra vez, miedo. Miedo a morir, miedo a vivir. Miedo a seguir perdiendo. Nadie en guerra es ajeno a esos sentimientos. Hombres y mujeres, niños y ancianos, civiles o periodistas». Cuenta la reportera que salvo en contadas excepciones no se le ha negado una entrevista por su condición de mujer ni ha encontrado reparos de las víctimas a la hora de relatarle sus sufrimientos y que las deferencias de trato que ha recibido en las condiciones más adversas no corresponden a su condición de mujer, sino de periodista extranjera. Y eso le lleva a concluir: «En escenarios de conflicto, en tiempos de guerra y miedo, allí pertenezco al tercer género, soy una profesional».

Hace ya más de siete décadas que un grupo de periodistas estadounidenses se plantaron contra la prohibición de presencia femenina en la primera línea del frente de la segunda guerra mundial. Allí estaba Martha Gellhorn, que se disfrazó de camillero en un barco hospital para cubrir el desembarco de Normandía, o Lee Miller, la primera fotoperiodista que entró en el campo de concentración de Dachau y se dio luego un baño en la bañera de Hitler para «limpiarse la suciedad».  Con su arrojo y decisión, dejaron claro que la información de las trincheras no era patrimonio exclusivo de los hombres.  E hicieron un trabajo excelente porque fueron excelentes reporteras, aunque no sabemos si excelentes mujeres.  Mucho tiempo después, algunas preguntas deberían estar superadas.