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El verano de los artistas sin arte

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Miqui Otero

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Hay talentos que son como dientes de oro: solo aparecen en bocas (y vidas) arruinadas, se manifiestan a través de la sonrisa (o del humor) y brillan más cuando es de noche (o en la tristeza). 

En el 2017 ese diente de oro no aparecerá en la dentadura de un chef artístico ni en la de un creador de artes visuales y escénicas. Quien lo quiera encontrar, deberá buscarlo en otros sitios. Por ejemplo, en bares donde “los tres relojes de la pared llevan muchos años en franco desacuerdo”.

El tiempo es eso que nosotros perdemos mientras trabajamos

La cita de los relojes es de 'La fabulosa taberna de McSorley' (Jus Editores), una antología reciente de la obra de Joseph Mitchell, periodista de 'The New Yorker' que buscaba personajes en las sombras y no bajo los focos. El más célebre, Joe Gould, hijo de buena familia de Massachusetts y licenciado en Harvard, rompe con todo en 1916 y vaga por Manhattan sin un duro: su proyecto es escribir una obra siete veces más larga que la Biblia donde recogerá todos los diálogos y retratos de las calles de su época. 

Gould, en mi opinión, era uno de esos “artistas sin arte”. La expresión la dicen de Harry Fabian en la película 'Noche en la ciudad', de Jules Dassin. Un delincuente que intenta descollar en un mundo corrupto, que muestra mil habilidades retóricas y mil destellos de encanto pero que no ha sabido encauzar sus talentos en una disciplina homologable. 

Artistas sin arte hay muchos. Cerca de mi casa hay uno que se pasea dando palmas las 24 horas, como queriendo mantener olímpicamente viva una llama rumbera; otro que sabe hasta el peso de Butragueño en el 86 y por qué parece que lloraba Françoise Hardy en aquella canción; otro que abre botellines sin abridor y que hace volar un papel en llamas de la palma de su mano al cielo sin darle impulso. De estos artistas sin arte solemos decir que no hacen nada, cuando en realidad hacen papiroflexia (bella, frágil, inútil) con el tiempo. Nosotros no tenemos tiempo para eso y, cuando lo tenemos, ahora en vacaciones, nos tostamos al sol, vemos series y esperamos a septiembre, cuando ellos volverán a mostrarnos que el tiempo es eso que nosotros perdemos mientras trabajamos. Solo entonces sonreirán con sus dientes de oro.

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