La clave

Sacar a Barcelona del mapa

Estado en el que quedó el bus turístico tras el asalto del jueves pasado.

Estado en el que quedó el bus turístico tras el asalto del jueves pasado.

JUANCHO DUMALL

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Hace algo más de 25 años, el objetivo compartido era 'poner a Barcelona en el mapa', según el exitoso eslogan surgido del entorno del alcalde olímpico de una ciudad que no era capital de un Estado, pero tenía sobrada potencia demográfica, cultural e industrial como para serlo. Los Juegos fueron el trampolín para lograrlo mediante una impresionante transformación de la ciudad, que fue reconocida por los barceloneses, y admirada por  los visitantes y los tour operadores.

Todo gran éxito tiene sus efectos secundarios. Porque luego vino la revolución del turismo que trajeron internet, los vuelos de bajo coste y la explosión inmobiliaria. Y Barcelona estaba en el mapa, luminosa, expuesta bajo los focos. Pronto se convirtió en lo que se ha dado en llamar un destino turístico internacional. Cada año se batían récords de pernoctaciones, pasajeros en El Prat, cruceristas y visitantes de la Sagrada Família. La historia de éxito seguía.

Los efectos de la crisis económica global dejaron al descubierto los males del turismo masivo. Las quejas ya no eran por los guiris que se paseaban desnudos por la Barceloneta u organizaban ruidosas fiestas en apartamentos turísticos, sino por que los camareros que servían las cervezas y paellas a los extranjeros no podían vivir en la ciudad a la que estos llegaban. La denuncia de la 'gentrificación', término con el que se define la expulsión de vecinos de un barrio por efecto de la subida de los alquileres, fue en aumento. Barcelona podía morir de éxito.  

La victoria de Ada Colau en las elecciones municipales del 2015 fue en  parte fruto de esa nueva sensibilidad. Pero el Ayuntamiento se ve ahora desbordado por la acción directa de Arran, el grupo juvenil (¿hasta qué edad?) de la CUP.

Salarios bajos

¿El problema es el turismo o la desigualdad en una sociedad basada en los salarios bajos y la precariedad? Arran parece haber optado por lo primero. Si no hay turismo, tendremos alquileres baratos. Es un planteamiento ingenuo. Barcelona no puede ser ahora sacada del mapa. Sí se puede corregir el rumbo, aunque sea por la vía lenta de la política y no por la rápida de los vídeos con humo en las redes.