En primera persona

La maleta del payaso

Cargo con tres libros. No es necesario descartar ninguno. El problema es por cuál empezar para que no contamine la lectura del resto

CYRANO DE BERGERAC

CYRANO DE BERGERAC / periodico

Josep Maria Ureta

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Dos coetáneos míos nacidos en 1952, entre los 82.000 vivos que somos según el Idescat (Institut d’Estadística de Catalunya), que también cumplen la edad laboral de referencia de 65 años, son Quim Monzó y Xavier Bru de Sala (con este coincido, además de año, en día y mes). Por no molestarles en estos días, me acojo a dos propuestas de lectura que hicieron hace tiempo en este mismo diario.

Bru de Sala, insuperado traductor del 'Cyrano de Bergerac', me aconseja, para sentirme libre, la escena VIII, en la que el poeta la emprende con los poderosos («¿Dedicar, como todos hacen, sonetos a los banqueros? ¿Convertirme en payaso con la vil esperanza de ver nacer una sonrisa amable en los labios de un ministro? ¡No gracias! ¿Hacer genuflexiones de agilidad dorsal? ¡No, gracias! ¿Tirar piedras con una mano y adular con la otra? ¿Procurarme ganancias a cambio de tener siempre preparado el incensario?»). De Monzó, maestro del cuento corto, su admiración por Slawomir Mrozek y el emblemático 'La revolución'.

Mrozek explica en menos de un folio que en su habitación hay una mesa, una silla y un armario. Le aburre esa distribución fija y piensa que moverlos del centro a la esquina puede ser un estímulo. Cuando se adapta, le parece poco y los reordena dentro de la estancia con intención rupturista. Y acaba con la supuesta revolución de utilizar cada mueble para funciones distintas a las que se les asigna habitualmente. El desenlace del cuento contiene tanta sorpresa como la que provocó hace dos años la actriz Mercè Montalà cuando en su pregón de las fiestas del barrio de Gràcia recitó los versos del 'Cyrano' transcritos más arriba. 

La duda mayor

Pero en un día como hoy, prestos ya a cambiar de lugar de residencia durante 15 días, a sabiendas de que los del 52 ya hemos dejado de redactar sonetos dedicados a banqueros y no distinguimos entre días de vacaciones de los laborables, asalta la duda mayor. ¿Qué libros metemos en la maleta? Y si se decide que con tres basta, el problema surge porque los impresos tienen peso y volumen, aunque nadie te vaya a decir, como profetizó Umberto Eco, que «apagues el libro» o lo pongas «en modo avión». Además, los encuadernados no requieren cargador ni se borran.

El dilema que afronto es otro. Cargo para leer, a partir de mañana, 'Parte de la felicidad que traes' (Harper Collins), de Joan Cañete Bayle; 'El sentido del rumor', de Marc Argemí (Península); y 'La sociedad que seremos' (Planeta), de Belén Barreiro. No es necesario descartar ninguno, caben en la mochila que escapa a las medidas ortodoxas que fijan las aerolíneas. El problema es por cuál empezar para que no contamine la lectura del resto. 

Felicidad, engaño, futuro

De la primera obra advirtió en este diario el erudito Ernest Alós de que el título alude al castillo de Drácula y su mensaje a quienes van a entrar allí, pero que es una entrañable historia de bebés nacidos prematuramente (ya los contará el Idescat) y con vitalidad para superar en esperanza de vida a los del 52. De las otras dos, por veteranía, sé que me ordenarán primorosamente sus datos acumulados, procesados y purgados anti-Trump, para saber quién me engaña y cómo lo hace (Argemí) o cómo son y viven quienes me rodean y no lo saben (Barreiro).

Felicidad, engaño, futuro. ¿Qué hay que desentrañar antes? ¿Cómo ordeno la lectura  de los tres títulos? Mrozek asegura que revisar las ideas es revolucionario, aunque dure poco. Cyrano aspira a dejar de ser lo que es, aunque con pocas posibilidades. Ya veremos qué le dicen los tres autores a un payaso del 52, y si se va a sentir más libre tras la lectura.

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