Los asuntos de la familia Trump

El patriarca de los Trump maneja su país como si se tratase de una pequeña empresa familiar

Donald Trump comparece ante los medios en la Casa Blanca.

Donald Trump comparece ante los medios en la Casa Blanca. / periodico

CARLOS CARNICERO URABAYEN

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Hoy está malhumorado. Mañana se despierta con tentaciones machistas. Al otro de buen humor. A veces no puede dormir. Lo sabemos todo, al minuto, a golpe de impulsos, en esta “era del eterno presente” - Michael Ignatieff dixit - gracias a Twitter, la red social favorita del presidente Trump. “Me hace sentir como el dueño de un periódico, pero sin sus pérdidas”, dijo hace tiempo, claro, en un tweet. Lo malo es que con una mano sujeta el móvil y con la otra sostiene los códigos nucleares de la primera potencia del mundo. No parece un asunto divertido.

Por si no lo han notado, el patriarca de los Trump maneja su país como si se tratase de una pequeña empresa familiar, al menos hasta donde le dejan. Hace un par de semanas, en la reunión del G20 en Hamburgo, le cedió su silla en la mesa en la que se sientan los líderes más poderosos del planeta a su hija Ivanka, que trabaja para él, al igual que su marido. El orden lógico para sustituirle era otro: Secretario de Estado, Secretario del Tesoro, el sherpa del G20, etc. Pero Trump cede su silla presidencial como si fuera la de un simpático puesto de hamburguesas neoyorkino.

Ahora hemos conocido más detalles del G20.Tras una primera reunión con Putin por la mañana, Trump mantuvo una segunda a la noche, aunque prefirió no contarlo. Ocurrió en la cena ofrecida por la anfitriona Angela Merkel. Trump dejó su silla para conversar con el líder ruso durante casi una hora y, a diferencia de su interlocutor, no estaba acompañado por un intérprete. La alargada sombra del Kremlin se extiende un palmo más sobre Trump, que está siendo investigado por un fiscal especial y por el Congreso.

NADIE SE FÍA DE TRUMP

La reunión secreta podría pasar desapercibida con un presidente normal. El problema es que nadie se fía de Trump, una especie de niño grande que necesita estar acompañado por sus padres, sobre todo si tiene enfrente a Putin, cuyos tentáculos podrían haber allanado – vía ataques cibernéticos – su victoria frente a Hillary Clinton. Y sobre todo si, como sabemos gracias a la prensa libre – atacada cada día por Trump y quizás por eso más decidida que nunca a hacer bien su trabajo - su equipo de campaña se reunió con una abogada rusa antes de las elecciones bajo la promesa de compartir información sensible sobre Clinton.

¿Cómo sería el verdadero presidente Trump si le dejaran hacer todo lo que quiere? Esperemos no saberlo. La constitución norteamericana, con sus pesos y contrapesos, está escrita para que el presidente no haga lo que le dé la gana, como sí pueden hacerlo quienes dirigen una pequeña empresa familiar. Las múltiples capas que envuelven a Trump – asesores, miembros de su gobierno, congresistas, senadores, grupos de interés y por supuesto la prensa – nos evitan conocer más al personaje. En todo caso, si esta pesadilla no termina pronto, ¿cómo explicar en las escuelas que la zafiedad, saltarse las reglas, comportarse sin decoro puede ser una vía útil para progresar en la vida?