1-O: Resta y sigue

Cuanta más pureza independentista exhiba el Govern, incluida la cúpula policial, menos moderados se sentirán convocados al referéndum unilateral

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ENRIC HERNÀNDEZ

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El independentismo conquistó la hegemonía del relato catalán por aciertos propios y dejaciones ajenas. Las icónicas imágenes de diadas multitudinarias se complementaban el resto del año con eslóganes imbatibles: el derecho a decidir, 'El vot de la teva vida', 'Un país nou', 'La revolta dels somriures'... Una obra de arte del márketing astutamente apuntalada con un juego de luces y sombras sobre la realidad española: bajo el foco político y mediático, los episodios más casposos; el resto, convenientemente eclipsado.  

Pero, con vistas al 1-O, la aceleración de los acontecimientos está mudando el rictus del independentismo. A medida que se evidencia que lo que se avecina no es tanto un choque de trenes cuanto una colisión de la locomotora separatista contra el muro de legalidad internacional, los movimientos del Govern y sus aledaños se tornan cada vez menos incluyentes, más divisivos. 

Buen ejemplo de ello es la accidentada crisis de Govern ejecutada en tres tiempos por Carles Puigdemont Oriol Junqueras: cayó primero el 'conseller' Jordi Baiget por publicitar sus dudas acerca del referéndum; sucumbieron luego otros cuatro miembros del PDECat por no superar en privado la prueba de fe independentista; y la depuración, inducida o voluntaria, prosigue en los altos escalafones de la Administración, con relevos tan significativos como el del director de los Mossos d'Esquadra, Albert BatlleMossos d'Esquadra Albert Batlle, por un secesionista tan desacomplejado como Pere Soler. 

Al disidente se le aparta de puertas adentro y extramuros se le señala con el dedo acusador. Los carteles que identifican a los abstencionistas con el dictador Francisco Franco constituyen todo un prodigio de sutileza.

CLIMA DE DESCONFIANZA 

Si la pretensión independentista era movilizar el voto del 'no' para así llenar las urnas, las depuraciones en la familia posconvergente, el clima de desconfianza y el oscurantismo que rodea los supuestos preparativos del 1-O logran exactamente el efecto opuesto.Cuanta más pureza independentista exhiba el Govern, menos votantes moderados se sentirán convocados al referéndum. El eslógan ha cambiado: Resta y sigue.

Los manifiestos y discursos que propala el 'procés' denotan una empatía cada vez menor, prácticamente inexistente, con los no convencidos. ¿A cuántos indecisos pretendían seducir la Assemblea y Òmnium poniendo en boca de Pep Guardiola que Catalunya está sometida a «un Estado autoritario»? ¿Qué nuevas complicidades tejió la presentación de la ley del referéndum, destinada a enardecer a la parroquia sin ofrecer al resto ninguna garantía democrática sobre la convocatoria? ¿Cuántos votantes del 'no' se sentirían llamados a una jornada de votación ideada, organizada y monitorizada por y para independentistas?

Más que aunar voluntades sociales, al Govern le preocupa demostrar que está listo para expugnar ese castillo... aunque en verdad sea un molino. Y que, aun siendo cada vez menos, son los irreductibles.