Una trama de serie B

El escándalo de la relación de Trump con Rusia viene definido por la concatenación de una serie de torpezas

EL HIJO Donald Trump Jr. en la Torre Trump, el pasado enero.

EL HIJO Donald Trump Jr. en la Torre Trump, el pasado enero.

CRISTINA MANZANNO

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No deja de sorprender lo absolutamente cutre y chapucera que es la trama rusa de Trump y compañía. Si esto fuera el cine, no pasarían ni el casting de una película de serie B. ¡Qué lejos quedan aquellas glamurosas historias de espías de la guerra fría! Pero no es cine, no, y quienes están al frente y al lado del gobierno del país más poderoso del mundo no saben ni conspirar sin que les pillen.

Como ya saben, el último episodio de esta ya larga historia de torpezas encadenadas lo protagoniza el hijo mayor del presidente. Donald Trump Jr. aceptó reunirse con una abogada vinculada al Kremlin que le prometió información comprometedora –literalmente “basura de muy alta calidad”- sobre Hillary Clinton durante la campaña electoral. Y lo hizo, además, acompañado de su cuñadísimo, Jared Kushner, y del entonces jefe de campaña, Paul Manafort.

Desde que la reunión y, sobre todo, los correos electrónicos de Trump Jr. han salido a la luz  abogados, juristas y expertos no dejan de elucubrar sobre si el primogénito ha traspasado los límites de lo legal o no. La ley prohíbe expresamente a cualquier extranjero contribuir con dinero o cualquier “otra cosa de valor” a una elección americana. Según el implicado, la abogada en cuestión no tenía información realmente interesante sobre Clinton; pero este hecho también podría demostrar la intención de Moscú de influir en los resultados electorales, lo que a la larga podría ser considerado conspiración. Así que una nueva pieza para la investigación oficial sobre la trama rusa.

Poco importa si el origen es una torpeza más o una trampa de terceros para ser manipulados. Lo peor es la sensación que se está instalando en la sociedad americana, y por ende en la global, de que no pasa nada. Un continuo de hechos chuscos, que rayan en lo ilegal pero no llegan, traspasan sin duda los umbrales de la ética política más básica, pero no importa.

La cacareada posibilidad de 'impeachment', sueño de los que quieren expulsar a Trump de la Casa Blanca, no dejará de ser un mero deseo, mientras lo chusco no se demuestre ilegal y mientras los republicanos sigan instalados en el poder del Congreso y del Senado.

Pero en ese proceso la solidez de la democracia americana se va erosionando poco a poco. Cuando el desprecio por las normas fundamentales se instala como norma, la credibilidad del sistema comienza a desmoronarse. Hace unos meses lo contaba en un ensayo de historia-ficción David Frum en la revista americana 'The Atlantic': Cómo construir una autocracia. Los mil y un detalles que podría usar Donald Trump para acabar construyendo, desde dentro, un régimen iliberal. Lo malo es que la ficción se va pareciendo cada vez más a la realidad. Y lo malo es que la historia ya ha pasado otras veces por esto, y con resultados nefastos. Ojalá los famosos 'check and balances', los pesos y contrapesos del poder americano demuestren una vez más su eficacia.