¿Era esto el espíritu de Ermua?

Marimar Blanco, Cristina Cifuentes y Manuela Carmena

Marimar Blanco, Cristina Cifuentes y Manuela Carmena / nip

JUANCHO DUMALL

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Los abucheos, insultos anónimos ("¡comunista!", "¡vieja!") y ataques de dirigentes del PP y de Ciudadanos sufridos estos días por la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, demuestran hasta qué punto la derecha española es incapaz de abordar la tragedia del terrorismo sin pensar en inconfesables réditos políticos.

La conmemoración de los 20 años del asesinato del concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco ha servido, por desgracia, más para montar una campaña contra Carmena que para buscar el sentido profundo de la gran movilización que se produjo en Euskadi y en España para salvar al joven secuestrado por un comando etarra. Si lo que se busca tras el final de ETA es un relato democrático y compartido, este aniversario ha sido un fracaso.

Vayamos al origen de la polémica. Es discutible si el Ayuntamiento de Madrid debía colocar o no en su fachada principal una pancarta alusiva al asesinato de Blanco. La alcaldesa dio explicaciones (no favorecer un menosprecio de una víctimas del terrorismo sobre otras) y luego estuvo detrás de la pancarta desplegada en una concentración organizada por la Federación Española de Municipios y Provincias.

LA ARTILLERÍA DEL PP

Pero que el PP sacara a continuación su artillería nos devolvió a los años en los que los populares ejercían de oposición a Zapatero y este era, si no un cómplice de ETA, sí un traidor a las víctimas. Los populares han sacado otra vez su cara más ultra. Unos ejemplos. Mayor Oreja: "Me parece triste que Miguel Ángel Blanco sea un hombre que trate de ser escondido por la alcaldesa". Carlos Iturgaiz: "La actitud de Carmena es la de Podemos y la de sus colegas proetarras". Pablo Casado: "Podemos equipara a víctimas y verdugos".

Todo este despliegue de críticas desaforadas contrasta con lo sucedido en el País Vasco, donde todas las fuerzas políticas, incluida Bildu, homenajearon a Blanco. Sería triste que mientras en Euskadi van cicatrizando las heridas, en Madrid se trabaje para que el espíritu de Ermua se transmute en un motivo de crispación y de apelación a las bajas pasiones.