Algo más que lectura de verano

CABALLERO BONALD Retratos sin misericordia_MEDIA_1

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DOMINGO RÓDENAS DE MOYA

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Describir el carácter o el aspecto físico de alguien lo hace todo el mundo todos los días. Fijar con palabras exactas un perfil psicológico o una presencia es menos frecuente porque requiere no solo aptitudes literarias sino capacidad de observación, de síntesis y de interpretación. La pintura primera y la fotografía después permitieron la captación del rostro y en él el gesto de desdén o de bondad, de perfidia o de mansedumbre. Pero la posibilidad de enlazar esas cualidades o defectos con el discurrir de la vida en forma de anécdotas o testimonios quedaba reservaba al retrato de palabras. La semblanza es en sí misma un género que puede vestirse de sátira o de elogio, de caricatura afectuosa o degradante, de evocación o de reprimenda.

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De todo eso hay en 'Examen de ingenios' (Seix Barral) de José Manuel Caballero Bonald, un álbum de retratos que es también una colección de recuerdos: los de su relación con los retratados, lo que convierte el libro en unas amenísimas memorias de la larga vida del último poeta de la generación de los cincuenta. Aquí están sus correligionarios en verso (Celaya, Otero, Ángel González, Costafreda, Valente, Claudio Rodríguez, Gil de Biedma, Carlos Barral, Brines...) y prosa (Ferlosio, Aldecoa, Ana María Matute, Marsé, Juan Goytisolo), también los escritores latinoamericanos que tan afines son al estilo barroco de Caballero Bonald y a su imaginación mítica (García Márquez, Cortázar, Cabrera Infante, Álvaro Mutis, Carlos Fuentes, Vargas Llosa...), incluidos los maestros anteriores como Borges, Lezama Lima, Paz o Rulfo. Pero esa nómina impresionante de talentos y talantes a veces esquinados se añaden gentes de generaciones anteriores como Baroja o León Felipe, Carles Riba o Max Aub o de profesiones ajenas al mundo de las letras, como la Niña de los Peines o el torero Rafael de Paula. Una rueda de reconocimientos de su educación estética y sentimental.

Pero lo que garantiza el interés de estos retratos es el estilo, una mezcla de prosa de alto voltaje literario y destreza para la captación del rasgo que identifica y cala al personaje. Un cóctel afortunado entre lenguaje y observación de la conducta y la índole de los sujetos. Y de esa alianza surge un libro excelente que perdurará más allá de la recomendable lectura refrescante del verano.