La estafa del canguelo

Los electores no están sometidos a ninguna otra obligación que la de su coherencia

Urnas para ser utilizadas en las elecciones municipales de mayo del 2015.

Urnas para ser utilizadas en las elecciones municipales de mayo del 2015. / periodico

ANDREU PUJOL MAS

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Los líderes de los partidos políticos están en deuda con dos colectivos. El primero de estos es el de los militantes, que son los que les han proporcionado el liderazgo dentro de la formación. El segundo son los votantes, es decir, aquellos que les han encumbrado en las instituciones. Los militantes, en la medida que han redactado y aprobado un programa y han escogido unos líderes que han expresado en campaña unas opiniones concretas, deben tener en cuenta que ellos mismos se convierten en deudores de los electores que han apoyado su partido o coalición. Esta cadena de obligaciones, para hacerlo gráfico, tomaría una forma de pirámide invertida en la que el votante estaría en la parte superior.

En un segundo peldaño estaría el militante y, finalmente, en la parte de abajo estarían los líderes que deben cumplir con aquello que han prometido a unos y otros para llegar al poder o obtener una cuota de representación. Cuando estas lealtades se rompen, lo cual pasa demasiado a menudo desgraciadamente, aparecen la decepción y el sentimiento de fraude. Que las encuestas cuantificaran aproximadamente en un 30% el votante abiertamente independentista de las confluencias de determinados sectores de la izquierda no es fruto del azar: durante las campañas electorales apelaron constantemente al derecho a decidir y llegaron a hablar abiertamente de prescindir de los dictámenes del Estado si fuera necesario. Así lo recoge la hemeroteca y es muy difícil de entender que ahora, cuando ha llegado el momento de pasar de la teoría a la práctica, aflore el canguelo disfrazado de excusas de mala calidad.

Afortunadamente, en esta sucesión de deberes que antes comentábamos, los electores no están sometidos a ninguna otra obligación que la de su coherencia. Pero lo que no tendría ningún sentido es que se acabara utilizando el voto de independentistas y autodeterministas para poner impedimentos a su voluntad: esto sería una estafa en toda regla.