En manos de la improvisación

Valverde, en su presentación oficial como entrenador del  Barcelona.

Valverde, en su presentación oficial como entrenador del Barcelona. / periodico

SÒNIA GELMÀ

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Esta semana vuelve a rodar el balón en Sant Joan Despí. Por fin. Respira aliviado Josep Maria Bartomeu que sin competición ha tenido que lidiar con muchos y delicados temas institucionales. Pero aunque los primeros pasos de Valverde puedan desenfocar la realidad durante un rato, el balón no rueda tan rápido como para que el aficionado y el entorno hayan perdido la capacidad de sumar. Y los números dicen que la plantilla que acabó la temporada con algunas señales de agotamiento competitivo, se ha visto reforzada con un solo jugador, Gerard Deulofeu. Un fichaje estratégico por la relación entre calidad y precio, otra cosa será que el 31 de agosto siga en Barcelona.

Nos decían que no tuviéramos prisa, que no había urgencias para elegir entrenador. Y nos costaba entender cómo podía ser que no necesitaran su opinión en la planificación de esta temporada. Con el paso de las semanas, crece el temor de que esas palabras tuvieran sentido. Nos encontramos en ese punto del verano en que se pide paciencia, que llegarán dos o tres jugadores, sin precisar si serán de los ilusionantes, o de los que no. Pero a pocas horas para que empiece el nuevo curso, se puede decir que hay preocupantes señales de improvisación.

LA VOZ DE VALVERDE

Podemos suponer que la secretaría técnica ha trabajado durante toda la temporada y seguro que no hay jugador interesante que no tenga una carpeta en el despacho. Pero lo que sabemos seguro es que Paulinho supo del interés del Barça hace un mes y que a Ceballos lo contactaron con motivo de su actuación en el Europeo sub-21. Uno sigue en la China, el otro se va al Madrid -afortunadamente para la coherencia del mismo club que despidió a un delantero por sus tuits ofensivos hace año y medio. La pregunta es obvia: ¿Cuál era el plan? Más allá de fijar como primeras opciones a Verratti, Bellerín e incluso Dembelé; jugadores que se sabía de antemano que serían muy difíciles de fichar.

Lo mejor que le puede pasar al presidente y su directiva es que volvamos a sentir la voz de Valverde. Que nos vuelva a transmitir su calma, que nos recuerde que este Barça tiene una muy buena plantilla. Que pase por alto que, ahora mismo, no está compensada. Y que nos diga que se ve capaz de sacarle rendimiento, con o sin Verratti, con o sin Bellerín.

El cambio en el banquillo permite ese punto de ilusión al cual de momento no alcanzan las caras nuevas. Valverde es la novedad, la figura que debe regenerar una plantilla con una jerarquía muy marcada. El panorama es decepcionante. Pero ya saben, el verano es largo.