El reformismo de Macron, a prueba

El presidente debe aprovechar su luna de miel para obligar a Francia a pasar el mal trago de una reforma laboral

Emmanuel Macron.

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ALEXANDRE MUNS RUBIOL

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Emmanuel Macron ha devuelto la esperanza a los europeístas y los desanimados partidarios de una economía social de mercado abierta y tolerante con su aplastante victoria en las presidenciales. Ha convertido en diputados a jóvenes profesionales sin experiencia política y formado un gabinete con equilibrio entre ministros socialistas y de centro derecha. Pero el éxito y su exceso de confianza pueden perjudicarle. Los cuatro ministros obligados a dimitir por casos de presunta corrupción no debieron recibir otros cargos.

El exministro de Economía de Hollande debe aprovechar su luna de miel para obligar a Francia a pasar el mal trago de una reforma laboral. Macron obtendrá de su mayoría parlamentaria el poder para aprobar por decreto medidas que reduzcan las elevadas indemnizaciones por desempleo, debiliten la negociación colectiva y disminuyan la fiscalidad sobre el empleo. Debe asimismo recortar el impuesto de sociedades, cumplir con su promesa de prescindir de 120.000 funcionarios y disminuir el gasto público, que asciende al 57% del PIB. El canciller socialdemócrata Schröder aplicó un programa parecido. Alemania goza de pleno empleo y bate récords de exportación mientras el paro francés está estancado en el 10% y el juvenil supera el 25%.

Macron debe priorizar la liberalización del mercado de trabajo porque la capacidad de los sindicatos de sacar a sus seguidores a las calles ha derrumbado en los últimos años similares reformas abanderadas por JuppéFillon y Valls. Negociar con el moderado sindicato CFDT es una buena táctica, pero Macron debe demostrar cuanto antes a Alemania que gastará su capital político para dinamizar la moribunda economía francesa. La mayoría de la CDU, el poderoso ministro Schäuble y los liberales se muestran escépticos. Angela Merkel querrá mantener todas sus opciones abiertas (SPD, liberales, incluso Verdes) para formar gobierno después de su probable victoria en septiembre. Según una encuesta de Forsa, el 42% de los alemanes también es partidario de comprobar que Macron dinamiza a Francia antes de negociar su ambicioso plan para dotar a la eurozona de un presupuesto y parlamento propios, reforzar el Mecanismo Europeo de Estabilidad y coordinar los fondos de garantía de depósitos nacionales.

Merkel ha trabajado con cuatro presidentes de Francia, y Edouard Philippe es el sexto primer ministro de la era Merkel. Demasiados presidentes franceses han volcado su atención a la política exterior ante la oposición interna a las reformas. Macron cuenta con un mandato popular, una mayoría absoluta de su partido en la Asamblea Nacional y un gobierno repleto de profesionales de prestigio. La izquierda está diezmada y parte del grupo parlamentario de Les Républicains quizás respalde al joven presidente. Desde 1951 Francia ha logrado frenar su decadencia económica mediante el anclaje de Alemania en una integración europea que se ha ido dotando de más órganos supraestatales. Berlín aguarda con impaciencia que Macron cumpla con sus deberes.