Al contrataque

'Catalonia is different'

Teóricamente pasan muchas cosas en Catalunya... Cada semana incluye alguna presunta jornada histórica aunque lo que se haga sea oficioso

Puigdemont y Junqueras, el pasado sábado, en el acto municipalista a favor del referéndum.

Puigdemont y Junqueras, el pasado sábado, en el acto municipalista a favor del referéndum.

Antonio Franco

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Teóricamente pasan muchas cosas en Catalunya. Continuamente. Pero nada con validez jurídica. Cada semana incluye alguna presunta jornada histórica aunque lo que se haga sea oficioso. El soberanismo no firma un solo papel formal. Todo lo construye en reuniones, declaraciones periodísticas, actos de movilización. Con aire y en el aire.

Nunca se había hecho nada así en ninguna parte. Para que ni el Gobierno central, ni el Tribunal Constitucional ni la fiscalía puedan disponer de nada tangible todo son borradores, palabras y aplausos. Pero el espejismo crece, gana tamaño, se perfila... Inspira ilusión y preocupación, además de temor. Es como aquel boxeador que logra que su adversario nunca le encuentre y vayan pasando los asaltos sin tocarse. Se está a la espera de una intervención desproporcionada del Estado que siembre –por cabreo civil reactivo-- ansias de una posible independencia real para dentro de pocos años, y no hay plan b.

Es democracia sin debates parlamentarios, ni votaciones, ni decretos, solo con discursos y eslóganes. Esta semana ha sido representativa de ese remar sin agua. El independentismo había anunciado para el martes una explicación, por fin, de las características concretas del referéndum. Por la noche, tras dos sesiones publicitarias, nadie sabía nada: ningún detalle sobre el censo, sobre las urnas, sobre los colegios electorales, sobre el recuento... Los eslóganes básicos fueron dos: «Se votará como siempre» y «Las garantías serán totales». Una votación que si se celebra será inédita y diferente a todas las anteriores se vendió como exactamente igual a las anteriores, y unas garantías no detalladas han de aceptarse como seguras.

EL PORCENTAJE MÍNIMO

Lo único que quedó claro es que el resultado será válido y vinculante tanto si vota mucha gente como si no lo hace casi nadie. Y que no hay porcentaje mínimo de participación o porcentaje mínimo de margen de la victoria para que esta sea válida. Dicen que si vota poca gente el sentido común impondrá una no consideración del resultado pero la ley que se presentó en sociedad olvida precisarlo. Al parecer, la independencia es una cuestión menor para los independentistas: para otras cuestiones esos porcentajes sí que existen. Catalunya empieza a ser más 'different' que esa rareza llamada España. 

Al analizar estos datos no olviden que la mitad del país (incluyendo a una parte de quienes desean una consulta) rechaza esta y no piensa ir a votar. O porque no acepta un referéndum no pactado, o porque cree que este no es el referéndum que se necesita, o porque quisiera poder elegir entre la independencia o un incremento sustancial de la actual autonomía. Para los independentistas, estas sutilezas deben ser 'collonades'.