Explicar el terrorismo a los niños
Debemos plantear con convicción que el fanatismo conduce a la muerte
Anna Pagès
Profesora de la Facultad de Educació Blanquerna-Universitat Ramon Llull
ANNA PAGÈS
Entro en la librería Galignani de la calle Rivoli en París y compro un libro que me llama la atención. Se trata de una obra escrita por el escritor francés Tahar Ben Jelloun titulado 'Explicar el terrorismo a nuestros hijos'. En este texto Ben Jelloun propone el reto de hablar con los niños sobre qué es el terrorismo. Está escrito en forma de diálogo entre el autor y su hija. Hay muchas cosas delicadas en este asunto que me parece esencial tratar hoy día. Los niños y las niñas preguntan: ¿por qué? Eterna pregunta filosófica susceptible de hacer temblar a los adultos en el momento de encontrar una respuesta.
Podemos explicar qué es una lucha armada, pero la cosa se complica cuando se trata de justificar que el vecino del rellano (para decirlo fácil) que no forma parte de ningún grupo armado pero se ha «radicalizado», va y coge un cuchillo de cocina, va y sale a la calle, va y ataca al que pasaba por ahí. Este momento de salir a la calle y provocar lo irreversible, ¿cómo se explica? No parece una lucha armada por una causa intentando salvar la propia vida. En este punto, debemos explicar a los niños que el fanatismo existe, que hay fanáticos que traen la destrucción y la muerte.
SOLIDARIDAD CON LA MUERTE
El fanático cree cosas, pero sus creencias excluyen a los que no creen lo mismo. No puede aceptar que existan otros diferentes, personas con preguntas, dudas, inquietudes. El terrorista es solidario con la muerte. ¡Extraña solidaridad! Sin embargo, resulta imprescindible hablar con los más pequeños sobre la condición irreversible de la muerte, aunque sea difícil en un mundo que la contempla cada día en pantalla sin querer, al mismo tiempo, saber nada de ella. No hace falta ver para entender. Los niños pueden entender perfectamente, por lo que les explicamos, que el fanatismo es más que una mera tozudez. En vez de exponerles a las imágenes esforcémonos en traducir.
No debemos dejar que la angustia que produce este fenómeno nos impida explicarlo a los niños. Este es el objetivo terrorista: que el terror nos deje helados, impávidos, sin palabras, bloqueados. Que no hablemos de ello. Al contrario, debemos plantear con convicción que el fanatismo conduce a la muerte. En cambio, la capacidad de pensar por sí mismo de manera crítica permite vivir un diálogo sostenido con otros. El acto terrorista anula el debate y el nombre propio porque para matar gente no hace falta saber cómo se llaman.
La hija de Ben Jelloun termina el libro preguntando: «¿Qué puedo hacer yo, una joven de cultura musulmana laica, francesa y marroquí, para luchar a mi nivel contra las raíces del terrorismo?» La respuesta del autor dice así: «Perseverar en el camino del saber y la duda». No es difícil enseñar esta idea a los pequeños. El problema es si los adultos sabemos qué quiere decir, si la conocemos, si la hemos vivido verdaderamente desde nuestro nombre propio, siendo conscientes de la fragilidad que atraviesa nuestra propia historia.
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