Viajar por viajar

Los innumerables desplazamientos turísticos actuales no acaban de ser realmente un viaje

Turistas y barceloneses, en el paseo de Lluís Companys.

Turistas y barceloneses, en el paseo de Lluís Companys. / JULIO CARBÓ

RAMON FOLCH

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Mi abuela Esperança, a sus 84 años, no quería morirse porque "aún no lo había visto todo", decía. No había visto casi nada. Nacida en Gràcia en 1885, cuando Gràcia era un municipio y no un barrio de Barcelona, llegó hasta Sangarrén, pueblecito oscense de donde era su madre. Y basta. Un recorrido tirando a limitado. De joven, en verano iba al Vallès, a veces; de mayor, a Vallvidrera. Aún no lo había visto todo, en efecto.

A lo largo de la historia, la gran mayoría de humanos no se movieron de donde nacieron. Lo pensaba revisitando el poblado ibérico de Ullastret (en realidad fue una considerable ciudad hace 2.500 años, la capital de los indigetas). Viajar era una rareza y hacerlo por placer, una extravagancia. Viajar era peligroso. Si querías ver mundo, te hacías legionario o marinero, pero acababas degollado o en el fondo del mar. La inmensa mayoría de los habitantes de Índica (parece que así se llamaba Ullastret) nunca salieron del actual Empordà. Hasta hace poco, casi nadie viajaba.

En cambio, no se puede hoy caminar por Barcelona, Gràcia incluida, sin encontrar gente de todas partes. Gente que ha hecho de aquellos antiguos viajes raros y arriesgados un desplazamiento intrascendente, seguramente decidido con displicencia tan solo unos días antes. Cualquier destino está cerca, a menos de 48 horas. Basta plantarse en el aeropuerto. ¡Qué diría Phileas Fogg, para quien circunvalar la Tierra en 80 días a finales del siglo XIX fue una proeza! Por no hablar de Juan Sebastián Elcano, el primero en lograrlo, en 1522, tras tres años y un mes de penosa navegación...

La gran cuestión es: ¿qué sacamos de esos innumerables desplazamientos actuales que no acaban de ser un viaje? Tienen un coste energético fabuloso e inducen cambios no siempre positivos en los lugares de arribo. Algunos lo pasan bien. Otros aprenden cosas. Pero, sin referentes, la mayoría sobrevuelan lugares sin entender gran cosa, me temo. Realmente, ¿hay que haberlo visto todo, por encima y demasiado deprisa?

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