Editorial

Un debate que va más allá del tranvía

La polémica ya no es sobre el trazado por la Digonal sino global, sobre el modelo de movilidad de la ciudad

Un tranvía a su paso por la plaza de las Glòries.

Un tranvía a su paso por la plaza de las Glòries.

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Es el del tranvía uno de los debates ciudadanos más enquistados en Barcelona desde el referéndum sobre la reforma de la Diagonal que impulsó Jordi Hereu y cuya derrota tuvo efectos demoledores en su mandato. Entonces el debate se centró en la transformación de la avenida y su resultado negativo es uno de los argumentos recurrentes de quienes se oponen a la unión del Trambaix y el Trambesòs. Varios años y dos alcaldes después, el debate ha mutado, y ahora la conversación ciudadana sobre el tranvía ya no versa tanto acerca de cómo solucionar la Diagonal (una avenida cuya reforma en el periodo de Xavier Trias no fue satisfactoria) sino que es global, de modelo de movilidad de la ciudad. No es en realidad el tranvía el debate, sino el coche. El proyecto de unión de los dos tramos que abandera el ayuntamiento implica la reducción de la presencia del coche en la avenida, y es coherente con otras medidas impulsadas en otras partes de la ciudad, desde la supermanzana hasta el proyecto de limitar la circulación de los coches de cierta antigüedad. Pero muchos ciudadanos, sobre todo aquellos para los que conducir el coche no es un ejercicio de comodidad sino de necesidad, se consideran objetivo de una guerra del consistorio contra el automóvil. Reducir los niveles de contaminación de Barcelona, hacerla más sostenible y menos agresiva para los ciudadanos, debe ser un objetivo compartido de ciudad. Con todas las políticas de transporte público necesarias, la única forma de hacerlo es reduciendo el uso y la presencia del coche