El debate sobre la eutanasia
Muere como quieras, vive como te digo
Una sociedad que se prepara para morir como desee tiene derecho también a vivir como desee sin pagar sobreprecio por ello
Josep Martí Blanch
Periodista
JOSEP MARTÍ BLANCH
El Congreso tramita una propuesta de ley sobre la muerte digna que no incluirá el concepto de eutanasia. El Parlament, por su parte, quiere que el suicidio asistido tenga cobertura jurídica. Y tras la política, el necesario debate sobre el individuo decidiendo sobre su patrimonio más valioso: su vida. Las sociedades liberales avanzan, poco a poco, con reservas y solo en casos muy concretos, hacia un escenario que sitúe la muerte en el campo de la decisión personal. En unos años, si la mentalidad colectiva sigue por este camino, podríamos estar ante la victoria (¿seguro que lo sería?) definitiva del 'yo': no escogí venir al mundo, pero elijo cuándo quiero marcharme.
Pero antes del final está el mientras tanto. Y es sobre la vida que los parlamentos legislan obsesivamente. Puede que un día muramos como queramos pero por el camino los gobiernos siguen obsesionados en decirnos cómo hemos de vivir.
En Catalunya acaba de entrar en vigor un nuevo impuesto que grava las bebidas azucaradas. No se trata de prohibir la Coca-cola, la Fanta o la legendaria Mirinda, pero sí de encarecer el producto para desincentivar su consumo. Este es solo un primer paso. Si la Administración es coherente, y ha dicho que quiere serlo, pronto veremos también impuestos a la bollería industrial, y después al roscón de Reyes, al brazo de gitano, a la crema catalana y a los 'pastissets' de las Terres de l'Ebre. Aventurándonos es fácil también entrever un impuesto a la carne roja porque para producirla se generan emisiones de CO2 o un IRPF más alto para los que no practican deporte. Los veganos, de momento están a salvo pero dado que las verduras y la fruta han de regarse con agua (¡un bien escaso!) no es descabellado también un tributo especial para su dieta.
GASTOS SANITARIOS
Una de las coartadas que utiliza el poder para forzarnos a vivir de una determinada manera es que los hábitos poco saludables acaban generando gastos sanitarios que pagamos entre todos. Es un argumento teóricamente imbatible, pero se queda corto. Si se trata de hacer una trazabilidad contable de cada individuo, también podríamos dejar sin pensión a los que no tienen hijos por insolidarios, a los que no cuidan de sus padres porque ya lo hará el Estado, o subir impuestos a los 'runners' por si un dia necesitan una prótesis de rodilla o a los que se sientan mal porque acabarán con la espalda hecha trizas.
Una sociedad que se prepara para morir como quiera tiene derecho también a vivir como desee sin pagar un sobreprecio por ello. Dejemos en paz los estómagos de la gente. Procuremos echar al Gobierno de la cocina y del comedor, porque nunca tiene suficiente y más pronto que tarde entrará también en los dormitorios y los lavabos.
También es cierto que tanta preocupación por nuestra salud puede esconder tan solo la voracidad recaudatoria que caracteriza a casi todos los gobiernos. Si es así, se confirmaría una vez más que nuestra salud es tan solo una excusa para sufragar el tratamiento de las enfermedades de la Administración, estas sí incurables por naturaleza.
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