POLÉMICA LITERARIA

¡Qué pequeños que somos!

Todo es malo, dice el jurado del premio Crexells de narrativa, excepto la joya que solo nosotros hemos sabido encontrar. ¡Ay, qué pequeños que somos!

Joan Buades, ganador del Premi Creixells, en el Ateneu Barcelonès.

Joan Buades, ganador del Premi Creixells, en el Ateneu Barcelonès. / ALBERT BERTRAN

JOSEP MARIA FONALLERAS

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El mundo literario está lleno de capillas, de amistades y animadversiones, de filias y fobias. No conozco ningún otro (tal vez el del teatro, en todo caso) que se le pueda igualar. Hace poco, ha habido un episodio que remacha el clavo de lo que les digo y que es ejemplo de cómo las gastan. En un premio a la obra publicada, el reconocido y antiguo Creixells, el de más importancia de antes de la guerra, recuperado hace unos años por el Ateneu Barcelonès, el jurado ha premiado una obra que no está publicada. Miento. El autor la publicó gracias a las ayudas económicas de unos amigos en una pequeñísima editorial que, de hecho, no es una editorial sino un servicio que «facilita el proceso de asesoramiento en la autoedición». Es decir, se la pagó él. Un miembro del jurado –que tenía que elegir la mejor novela catalana de 2016 (¡y ha habido unas cuantas, a fe de Dios!)– la descubrió y convenció al resto de miembros del jurado para premiarla.

¿Qué viene después? La justificación. El jurado necesita atacar a la industria editorial y al resto de escritores que no han sido premiados. Utiliza la oscura arma de la generalización. «Hay un exceso de retórica», «la novela de hoy es enormemente ceñida», «escaso movimiento intelectual», «el catalán es una lengua muy lexicalizada», «los escritores sucumben al lenguaje demasiado tópico». Y etcétera. Todo es malo, dice el jurado, excepto la joya que solo nosotros hemos sabido encontrar. ¡Ay, que pequeños que somos!