El misterio de un rito
El fuego y las hogueras de Sant Joan
Con la misma fascinación que el hombre prehistórico, esta noche volveremos a contemplar espectáculos que favorecen la ensoñación
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
OLGA MERINO
Esta noche prenderán miles de fogatas, desde el Pirineo de Lleida hasta las playas gallegas, para festejar la llegada del verano, para celebrar la hazaña de que Prometeo robara el fuego a los dioses o, lo que viene a ser lo mismo, que un día, hace miles de años, el 'homo erectus' tuviese la ocurrencia de frotar un palitroque seco contra otro y saltara la chispa.
Desde hace siglos, en noches como la de hoy, los más jóvenes de la aldea saltaban por encima de las llamas o caminaban descalzos sobre las ascuas con la petición de obtener una buena cosecha o un buen matrimonio. En Irlanda, también se hacía pasar a los animales estériles por las hogueras del solsticio porque el fuego simboliza la fecundidad de la vida. Su descubrimiento permitió conjurar el frío, contener a las bestias y conservar durante más tiempo la carne cocida.
Pretendía hablar en estas líneas de eso, del fuego domesticado, de los ritos amables que renuevan cada año el ciclo de la vida, y, sin embargo, no puedo dejar de pensar en el incendio de Portugal, en los 64 muertos, en las 30.000 hectáreas calcinadas, en el paisaje mediterráneo que ha virado del verde vibrante al tizne de la muerte. Sobre todo ahora, cuando aflora la sospecha de que no fue un rayo el origen de la tragedia, sino una 'mano criminal'.
Pero más allá de la causa, de las elevadas temperaturas, de la escasez de lluvia, el viento y la orografía, subyacen la dejación del bosque y políticas forestales nefastas que han promovido la proliferación de especies que arden con facilidad; el eucaliptus crece rápido y su madera es muy barata para la fabricación de celulosa. La lógica perversa de la rentabilidad.
Con la misma fascinación que el hombre prehistórico, esta noche volveremos a contemplar las hogueras rituales que favorecen la ensoñación y, como escribió Gaston Bachelard, invitan a observar el mundo «con ojos campesinos», con esa mirada que abarca la totalidad desde dentro y que permite el reencuentro con todo aquello que dábamos ya por perdido, con la eterna pregunta: ¿qué estamos haciendo?
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