Aparatos

Hoy casi todas las viejas siglas políticas son aparatos, ya que han fallado en las tres erres: resolver problemas, resituarse con los tiempos y regenerarse

Pedro Sánchez, junto a sus principales colaboradores, este sábado en la inauguración del congreso del PSOE.

Pedro Sánchez, junto a sus principales colaboradores, este sábado en la inauguración del congreso del PSOE. / periodico

MANEL FUENTES

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Cuando un aparato es útil y fascinante suele ganar categoría propia. Así, de un tiempo a esta parte hablamos de smartphones y no de "ponernos al aparato". De aparato deriva aparatoso. Y hoy cuesta imaginar uno que no sea demasiado grande, ni demasiado lento, torpe o patoso.

No hay duda que un aparato nace con voluntad de herramienta. De ser mecanismo de cambio y transformación. Los juguetes de nuestro tiempo suelen ser aparatos (electrónicos o no), a los que cada vez les damos menos vida útil. A la que se descuida, un aparato se ve desfasado y se vuelve cacharro o reliquia en menos de lo que canta un tuit. Triunfa el 'spinner', que gira sobre sí mismo igual que lo hace el <strong>PSOE</strong> volviendo a poner a <strong>Pedro Sánchez</strong> los laureles que le quitó, pero ¿quién puede asegurar que este invento es de largo recorrido? Obviamente, me refiero al 'spinner'. Sánchez, con su hazaña ya está  más allá de la vida y la muerte.

Pero de lo que quiero escribir hoy es de la crisis de los aparatos. Sánchez competía contra uno, el del PSOE, lleno de<strong> barones</strong>, vacas sagradas y maneras de funcionar que frente a las bases quedaron más que cuestionados.

Internet y las redes sociales nos ponen a todos en un ángulo des del cual crece la sensación de que la opinión del experto vale lo mismo que la del ignorante, mientras multiplica las dudas sobre los tótems de antaño. Los tiempos líquidos que Baumananticipó nos sitúan en un mundo de surferos que aprovechan las olas generadas natural o artificialmente sin que haya más pilar que la masa que lo sustenta. La masa es la estructura. El sentimiento o la emoción es el motor. Y el victimismo igual que el miedo son dos grandes aceleradores de partículas.

LAS TRES ERRES

Hoy casi todas las viejas siglas políticas son aparatos ya que han fallado en las tres erres: resolver problemas, resituarse con los tiempos y regenerarse. Cuando un aparato empieza a obturar esos mecanismos de cambio, se vuelve aparatoso.

Hoy la hipersensibilidad social es total y, tras salvar con el dinero que no tenemos las operaciones locas de nuestros banqueros avariciosos y cargar nosotros con la resaca de su borrachera, hoy la izquierda es mucho mas intolerante con la <strong>corrupción</strong>, las puertas giratorias o los tratos de favor que nunca. Y ojalá ese fuera únicamente nuestro problema ya que así podrían ser igualmente exigentes algunos votantes de derechas, que hoy alegan estar ocupados en otros derroteros.

EMOCIÓN Y GOLPE DE EFECTO

Arrastramos demasiados temas pendientes. El aparato del Estado no deja de ser deficitario, lo que quiere decir que es una máquina que cada vez que funciona pierde dinero y nos lleva a una mayor deuda. Territorialmente, hay un malestar latente o patente que, mientras algunos lo quieren llevar a extremos surrealistas, otros no hacen nada por apaciguar con equidad y justicia. Desde hace demasiado tiempo, los intereses creados actúan metastáticamente en nuestro organismo común.

En nuestro infantilismo, ante los aparatos, optamos por la emoción, la prisa y el golpe de efecto, más que por la compleja y dolorosa solución de arreglarlos o transformarlos. Sin consciencia de los riesgos que nuestra falta de responsabilidad implica.