La España que no vota a Rajoy

Podemos retrató el país que el PP no quiere ver, el que no se resigna

Pablo Iglesias pasa ante Mariano Rajoy en la sesión constitutiva de la XI legislatura en el Congreso de los Diputados.

Pablo Iglesias pasa ante Mariano Rajoy en la sesión constitutiva de la XI legislatura en el Congreso de los Diputados. / periodico

NEUS TOMÀS / BARCELONA

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Tal vez no les falte razón a quienes defienden que Podemos buscaba un espectáculo con la moción de censura. Pero escudarse en las ansias de protagonismo de Pablo Iglesias para desdeñar el debate que se ha presenciado en el Congreso es una interpretación como mínimo reduccionista. <strong>Irene Montero</strong> retrató la España que el PP no quiere ver, la que no se resigna. Esa España que todavía hoy no entiende por qué las izquierdas fueron incapaces de ponerse de acuerdo para convertirse en una alternativa real y realista. El repaso a los casos de corrupción que afectan al PP y que obligarán al presidente del Gobierno a declarar en la Audiencia Nacional fue demoledor y esta vez la retranca ‘marianista’ no fue suficiente para taparlo.

Lamentarse de la duración de las intervenciones (que podrían haberse acortado) para evitar entrar en el fondo de las denuncias planteadas, ya sea la retahíla de escándalos de malversación con epicentro en el Madrid de Esperanza Aguirre y compañía o la falta de una respuesta de altura al conflicto catalán, suena a excusa. Iglesias es hoy por hoy el único dirigente de un partido de ámbito estatal que mira de frente al independentismo y no por encima del hombro. Dispuesto a entablar un diálogo franco que permita buscar una solución que no pase por la independencia y que aceptaría el resultado de un referéndum, incluso en el caso de que el resultado fuese contrario a su opción. Con todos sus defectos, que no son pocos, es el único. A no ser que el nuevo PSOE de Pedro Sánchez sea capaz de liderar un modelo de España distinto al que defiende el PP. Porque si la diferencia entre socialistas y populares solo es el tono, la solución está aún lejos.

Así que sería bueno que Iglesias y Sánchez enterrasen el hacha de guerra. Bueno para aquellos catalanes que no quieren separarse de España pero que entienden que hay que dar alguna respuesta al anhelo de casi la mitad de sus conciudadanos. Bueno para los votantes de izquierda que aspiran a un Gobierno que les represente, ni que sea mínimamente. Bueno para esa España que no solo se avergüenza de tanta corrupción sino que se indigna con ella. Esa que no acepta que su Gobierno mire hacia otro lado cada vez que se le recuerda que solo ha acogido a 886 refugiados de los 17.000 que se comprometió. Esa España que no vota a Rajoy.