'Nubosidad variable'

Carmen Martín Gaite (1999).

Carmen Martín Gaite (1999). / ARCHIVO / SERGIO LAINZ

JENN DÍAZ

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Durante algunas semanas leí a Carmen Martín Gaite creyendo que estaba viva. Por la fecha de nacimiento y las ediciones viejas que compraba en el Mercat de Sant Antoni, bien podría estarlo. La había descubierto de la forma más tonta. Empecé a estudiar Filología Hispánica, aunque nunca la acabé, y en algún examen de normativa los nexos debían colocarse en un fragmento de 'Nubosidad variable'. Lo cierto es que no me interesó en especial, pero decidí buscar el libro para comprobar qué nexos había decidido la escritora. 

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Tardé algunos días en recordar el título, porque por entonces había perdido toda mi retentiva y disciplina en un año sabático antes de empezar la carrera. No me costó demasiado encontrar la página cuando di con él, porque era una de las del principio, pero, ya que tenía el libro, decidí que lo leería. La correspondencia de Sofía y Mariana me obsesionó aún tiempo después de haber acabado de leer el libro, pero yo no tenía esa interlocutora perfecta que, según Carmiña, buscamos a la desesperada durante toda la vida. Quería escribirle cartas a alguien, confesionales, íntimas, llenas de complicidad, pero no tenía mi propia Sofía o mi propia Mariana. Y supongo que entonces empezó lo que ahora tiene todo el sentido del mundo pero entonces no era más que un entretenimiento: la escritura de mi primera novela.

'Nubosidad variable' no solo me hizo aprobar uno de los pocos exámenes que aprobé en la carrera, sino que me convirtió en lectora. Así se lo dije a Ana María, su hermana, cuando hace dos años me planté en El Boalo para ver la casa de los Martín Gaite. Como ya estaba un poco cansada de la noche anterior -los homenajes que su hermana le dedica son envidiables-, una mujer me dijo que no podría recibirme. Casi llorando, al final me hizo pasar y diría que nos hicimos un poco amigas a costa de la literatura de Carmiña. Yo quería saberlo todo, y Ana María no se cansa de recordar no sólo a su hermana, sino su época dorada de juventud, intelectual y lúcida.

Anagrama ahora recupera la biblioteca de Carmen Martín Gaite y la distingue con unas nuevas cubiertas para atraer a los seguidores incondicionales como yo y a los que todavía hoy no son lectores. Estamos de enhorabuena. Tu memoria sigue a salvo, Carmiña, amiga.

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