Dos miradas

Sunyer, patriota

El fallecido exalcalde de Salt tenía un compromiso son la patria de las personas y de las palabras, la patria de la bondad como forma de inteligencia

JOSEP MARIA FONALLERAS

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El viernes, poco después de haber desayunado y de haber leído el periódico, Salvador Sunyer se encontró mal, se fue a la cama y se murió. Tenía 93 años. ¿Quién era Sunyer? Las necrológicas nos informan de que fue uno de los primeros senadores de la democracia (el jueves hará 40 años), diputado en el Parlament, alcalde de Salt y Creu de Sant Jordi. Y profesor de catalán. En una época triste y desolada, dando clases particulares, a escondidas o en condiciones extremas. Aprendió la lengua gracias a las lecturas que le recomendaban en la farmacia donde trabajó siempre («lee, que te gustará») y a través de unos cursos por correspondencia, y así fue configurando una personalidad sobria y a la vez combativa desde de la radicalidad de su compromiso con la patria. La patria de las personas y de las palabras, la patria de la bondad como forma de inteligencia, la patria del magisterio moral y cívico.

«Salvador era, en esencia, poeta», ha dicho Miquel Berga. Yo añado: y patriota. Una patria es el país al que se pertenece como ciudadano, y Sunyer ejerció esta condición –la de patriota– desde la humildad y el amor. «Personificó la dignidad», como ha escrito Antoni Puigverd. Fue fiel a la fe de los hombres sencillos que procuran el bien común. Con una coriácea determinación y con una sensibilidad ética que le hermanaba con Maragall San Francisco. Entendió la patria como compromiso y no como bandera.

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