Ocho euros

En todos los rankings habidos y por haber, las universidades catalanas están en los primeros lugares. En docencia, en investigación, en transferencia del conocimiento, en implicación social. A pesar de los recortes, de las dificultades de contratación de nuevos profesores, del descenso de las inversiones estructurales, los centros de educación superior de Catalunya –los públicos– figuran, todos ellos, entre los diez o doce primeros de España. En uno de los últimos baremos, el de la Fundación BBVA, el sistema universitario catalán se sitúa un 20% por encima de la media en el índice de rendimiento, mientras que el sistema extremeño, por ejemplo, está 20 puntos por debajo. Las diferencias, en el cómputo global del Estado, son abismales. Y también lo son los precios de las matrículas. En Catalunya son las más caras, con un diferencial en relación a otras comunidades que es vergonzoso. Un promedio de 2.000 euros por curso en comparación con los 800 que los alumnos pagan en Andalucía.

O que pagaban. Ahora la Junta ha anunciado que los estudiantes de segundo que lo hayan aprobado todo (y los de tercero, y los de cuarto) tendrán la <strong>matrícula gratuita</strong>. Mentira. Tendrán una bonificación del 99%. Es decir, deberán ingresar unos 8 euros si quieren seguir estudiando. El precio de un menú discreto, de una entrada de cine. El precio de una injusticia flagrante que va contra la equidad y la igualdad de oportunidades en un país que blande la bandera de la unidad y del equilibrio territorial.