Solidaridad de mujer
La palabra 'sororidad'
En la hermandad de mujeres sin lazos familiares está la clave de una sociedad nueva, más copartícipe y más generosa
La palabra pesquisa siempre me ha gustado, porque, aunque apenas he tenido ocasión de utilizarla, la aprendí leyendo a Carmen Martín Gaite. En cambio, esencia está en mi lista de palabras malditas. No me gusta, me parece afectada, fácil, una palabra manoseada por la sociedad, los medios, los gurús y los animadores. Durante algún tiempo la evité a toda costa. La tenía demasiado asociada, como ocurre con los olores, a ciertas explicaciones que no buscaban otra cosa que la autocomplacencia.
Algo parecido me ocurre con la palabra sororidad. El rechazo quizá venga dado por el hecho de que la solidaridad entre mujeres necesite una palabra especial, diferenciadora. Como siempre, el lenguaje nos ayuda a la separación e incluso a ciertas connotaciones implícitas, por más que queramos utilizar algunas palabras limpiamente. Últimamente leo y escucho la palabra sororidad en tantos discursos públicos y llenos de sentencias, se nos llena tanto la boca con la palabra, que han llegado a vaciarla de significado. Pero no lo voy a permitir, porque nuestra sisterhood no tiene ninguna culpa de que haya tantos –salvo la RAE, que por lo visto aún no la ha incluido como palabra– personajes dispuestos a ensuciar una solidaridad, una hermandad, una generosidad que podría darnos la clave de una sociedad nueva, más copartícipe y más generosa.
HERMANDAD SIN LAZOS FAMILIARES
Desde hace tres años se está gestando en mi cabeza la que probablemente se convierta en mi siguiente novela, si es que la empiezo algún día, que va precisamente de la sororidad entre los dos personajes femeninos, cosa extraña en mi imaginario, en el que las mujeres parecen estar siempre dispuestas a atacar o defenderse. Empecé a desplegar la historia haciendo el Camino de Santiago con mi mejor amiga. Entre los silencios, las bromas, las confesiones y la confianza, los personajes empezaron a tener cierta importancia para mí. De modo que sí, la palabra sororidad va a quedarse, aunque me repela cuando la utilizan ciertas personas, porque en la hermandad entre mujeres sin lazos familiares está la clave: de mi novela, y del futuro.
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