Theresa May, una mala imitadora de Thatcher

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RAMÓN LOBO

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Theresa May no le llega a la suela de los zapatos a Margaret Thatcher. Es una imitadora. Más allá de las antipatías que nos pueda despertar la Dama de Hierro, hay que admitir que tenía ideas, un plan para impulsar su revolución conservadora (que tanto daño ha causado al Estado del Bienestar). May carece de casi todo, se mueve en la cresta del 'brexit' sin saber el destino ni el lenguaje adecuado. Se ha llenado la boca de frases grandilocuentes y vacuas. A falta de política esgrime emociones, ataca a Bruselas. A diferencia Donald Trump, May solo es peligrosa para los británicos.

Ha cambiado tanto de discurso y de programa que ya no se sabe qué defiende, más allá de la grandeur inglesa y los anhelos imperiales del XIX. Antes del referendo del Brexit apostaba por la permanencia en la UE, tras el Brexit se pasó con el entusiasmo de una conversa al campo del leave y de la xenofobia. Se ha lepenizado. 

Es muy probable que su partido, el conservador, los tories, gane las elecciones del jueves, y es posible que lo haga con una ventaja más holgada de lo que apuntan las últimas encuestas: ha pasado en apenas dos semanas de una ventaja de 20 puntos sobre los laboristas de Jeremy Corbyn a menos de la mitad. En Londres, Corbyn la supera en popularidad en 17 puntos.

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En estos comicios se juega algo más que los escaños en Westminster. Se juega la solidez del liderazgo y el de May ha quedado muy tocado en esta campaña. También se mide la fuerza con la que el nuevo Gobierno británico iniciará la difícil negociación del divorcio con la UE. Una victoria pírrica complicaría el Brexit duro y mucho más una espantada sin acuerdo.

Que May no da la talla lo saben hasta sus asesores que le han impuesto una campaña de low profile, sin debates televisivos ni programas radiofónicos ni grandes exposiciones, solo pueblo llano escogido con cuidado para que nadie salga contestón, como Cathy Rips que le afeó sus recortes de ayudas para las personas discapacitadas. Pese a salir poco, acumula errores.

Son los temas sociales y los recortes que pretende imponer a las personas dependientes los que la han hundido en los sondeos. El llamado “impuesto de la demencia”, que endurece las condiciones de acceso a las ayudas públicas para familias con casas valoradas por encima de las 100.000 libras esterlinas, provocó tal rechazo que obligó a rectificar.

IMAGEN DE ANTIPÁTICA

Apuntala su imagen de antipática e insensible, un mal asunto cuando la gente está enfadaba y acude a las urnas. May, como Rajoy en España, se escuda en la herencia recibida (de su mismo partido) y de que el sistema de la Seguridad Social está al borde del colapso. Desde Thatcher todo lo que huela a derecho social o laboral está bajo sospecha.

En los últimos días, la primera ministra ha vuelto a enarbolar la bandera del 'brexit', su tema favorito. Así puede agitar sentimientos, hablar de mundo mejor. No le ayudado ni el atentado de Manchester, en el que Corbyn ha estado acertado al cuestionar la política del Reino Unido en Oriente Próximo.

Algún crédito debe tener en todo esto<strong> el líder laborista Jeremy Corbyn</strong> que, a diferencia de los tories, ha vuelto a las esencias de su partido, el laborismo: defensa del Estado del bienestar y de los derechos sociales, y crítica de un capitalismo depredador tan insensible y altanero como May. Corbyn no es Tony Blair, lo cual es una ventaja ética, pero un contratiempo para recaudar votos. A Corbyn le han fabricado un traje radical, como les ha sucedido a Jen-Luc Mélenchon en Francia y a Pablo Iglesias en España. Todo lo que no sea pleitesía al ajuste es populista.

SIMPATÍA CRECIENTE HACIA CORBYN

Los que fabrican trajes dominan los adjetivos. Además de la inquina de los medios, sobre todo los sensacionalistas, hay que reconocer que Corbyn ha cometido errores, el principal, no atreverse a defender la permanencia del Reino Unido en la UE. Le pudo el cálculo electoral: temía una debacle en las circunscripciones más eurófobas.

Mientras crece la antipatía por May crece la simpatía por el líder laborista. Su éxito es conectar con gente que quiere políticas alternativas al recorte impuesto por los patricios de la política. Los tories parecen preocupados por los resultados del jueves, pero no hay nadie pensando en la nueva generación, la que se quedó en casa en el referéndum harta de política de bajura y la que aún no puede votar.

Y están los sondeos que tanto se equivocan. Sería fascinante lo imposible: que los británicos hagan un Pedro Sánchez. Si hubiera sorpresa, no habría que descartar nada. Ni siquiera un nuevo referéndum. Algo impensable, de momento.