NÓMADAS Y VIAJANTES

La caza del brujo Trump

Aún es pronto para saber si el 'Rusiagate' acabará en un 'impeachment' del presidente de EEUU

El exdirector del FBI, James Comey.

El exdirector del FBI, James Comey. / REUTERS / JONATHAN ERNST

RAMÓN LOBO

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¿Participó Donald Trump en las conversaciones o tuvo conocimiento de que miembros de su equipo se reunieron con autoridades rusas con el fin de descarrilar la campaña electoral de Hillary Clinton? El 'caso Watergate' necesitó dos años y ocho meses de investigaciones hasta llegar a las puertas del 'impeachment'. Solo la seguridad de que iba a ser destituido por el Congreso empujó a la dimisión a Richard Nixon. En democracia, los procedimientos son esenciales. Las acusaciones deben probarse en un sistema en el que reina la presunción de inocencia, y más si lo que está en juego es la presidencia de EEUU. Existen similitudes entre aquel escándalo y el creciente del 'Rusiagate', pero aún es pronto para las predicciones.

Al menos dos de sus colaboradores tienen problemas con la justicia: el general Mike Flynn, que mantuvo reuniones con el embajador ruso en Washington, y el exjefe de campaña electoral, Paul Manafort. No son los únicos, el asunto también salpica al fiscal general del Estado, Jeff Sessions. Trump nombró a Flynn jefe de la Seguridad Nacional, cargo clave en el organigrama de la Casa Blanca, pese a las advertencias de Barack Obama y de la comunidad de los servicios de espionaje. Podría tratarse de otro delito: ¿le designó a sabiendas de sus acciones delictivas? Flynn busca la inmunidad judicial a cambio de contar su verdad en el Congreso.

En su última rueda de prensa, el presidente negó toda connivencia con Rusia para desacreditar a Hillary Clinton y ganar las elecciones, aunque dejó la perla de que solo podía hablar por él mismo. En la comparecencia ante unos medios de comunicación que odia y a los que amenaza con dejarles sin las habituales ruedas de prensa en la Casa Blanca, Trump mostró un tono bajo, inhabitual de un hombre tan volcánico. La escandalera tras la destitución del jefe del FBI, James Comey, no cede, aumenta. Y surge otra pregunta: ¿trató de bloquear investigaciones? Los acontecimientos se mueven muy rápido y en su contra.

POR TORPEZA

Comey le había hecho el favor, se supone que por torpeza, de anunciar nuevos correos de Hillary Clinton en la recta final de la campaña. Los correos resultaron ser irrelevantes pero el daño estaba hecho. Hillary cree que le costó la presidencia. Solo por esa imprudencia merecía la destitución. Una vez en la Casa Blanca, el presidente se obcecó en borrar todo vestigio de obamanismo, pero salvó a Comey. No sé si pensó que con este gesto magnánimo ganaba una deuda. Si fue así, se equivocó. Comey ha filtrado que el presidente le pidió que se olvidara de Flynn, una vez que dejó el cargo de jefe de seguridad. Trump le ha amenazado en Twitter con una supuesta grabación de sus reuniones. No suena muy presidencial. La prensa de EEUU anuncia nuevas revelaciones.

EEUU tiene una democracia imperfecta con enormes injusticias sociales y raciales. La gran diferencia con España es que ahí existe la separación de poderes y el compromiso de servicio público. La forma autoritaria con la que Trump se deshizo de Comey y las contradicciones sobre los motivos del despido no han gustado a los demócratas y a un número suficiente de republicanos como para preocupar a la Casa Blanca.

El nombramiento de un fiscal especial empezó a sobrevolar el Capitolio. El número dos del Departamento de Justicia, Rod Rosenstein, se adelantó al Congreso y eligió al exdirector del FBIRobert Mueller, un hombre de prestigio y con fama de independiente. Trump se enteró media hora después de que fuera un hecho y poco antes del anuncio oficial. La mitad de su equipo aconsejo moderación; la otra mitad, guerra. El presidente quedó más cerca de los segundos al denunciar una caza de brujas.

SISTEMA DE GARANTÍAS

Ya no son solo los medios que mienten o los servicios de espionaje que manipulan, ahora son las instituciones en un sistema de garantías que él debería encabezar.

La Fiscalía General es como el FBI. El Gobierno nombra sus responsables que deben pasar examen del Senado, pero no los controla, no son como un ministro que recibe órdenes. El vicefiscal Rosenstein lleva pocas semanas en el cargo. Es un veterano de ese departamento con más de 27 años de experiencia. Se le considera apolítico, es decir, que no actúa de forma política. No le debió hacer gracia que Trump utilizara su informe sobre Comey para justificar el despido y pasarle la responsabilidad.

Aún es pronto para saber si esto acabará en la destitución del presidente. Si sigue los tiempos de Watergate, Trump tiene aún un año y medio. ¿Aguantarán sus votantes? De momento, Laura, estadounidense, mayor de 18 años, seguidora de Hillary, no soporta que diga que es el presidente más atacado de la historia. Se imagina a John Kennedy y a Abraham Lincoln desde su tumbas: “¿lo dice en serio?”.