Del Salón al #Automobile
La robotización también llega al volante y conducir pasará de ser una habilidad a una opción más
Liliana Arroyo
Doctora en Sociología, especializada en transformación digital e innovación social. ESADE
LILIANA ARROYO
Estos días Barcelona acoge el Automobile, lo que durante casi un siglo ha sido el Salón del Automóvil. Este cambio de nombre va ligado a un proceso de reinvención. En este caso, que llegues a la Fira de Barcelona y dudes entre buscar un coche o un dispositivo de movilidad, es muy sintomático. Un vistazo rápido a la lista de expositores nos da pistas sobre el viraje digital y tecnológico.
Por un lado aparecen marcas que retan el modelo del combustible fósil, como Tesla, por citar la más conocida. Por otro, porque se unen a la fiesta gigantes tecnológicos como Facebook o IBM. También cuentan con la presencia de nuevas tendencias de consumo colaborativo, ejemplificadas por BlaBlaCar y otras. Son los efectos de la disrupción digital que lo revoluciona todo, desde los productos hasta los modelos de negocio, pasando por cuestionar los límites de un sector tan icónico y tradicional como el de la automoción.
Así pues, ¿qué nos trae la participación de estos artistas invitados? En primer lugar, da paso a un doble evento: uno más fiel al espíritu del Salón (la exposición, centrada en el producto) y otro más disruptivo que se alinea con la jerga propia de la inspiración y la innovación (el Connected Hub). El éxito y la importancia de este último depende de su capacidad de convertirse en un espacio de diálogo real, un intercambio fecundo, de una colaboración intersectorial que empieza ahora y aquí para continuar mañana donde haga falta.
LA NUEVA MOVILIDAD
La profundidad de ese diálogo –y en definitiva, que sea realmente un diálogo para diseñar y soñar conjuntamente– ofrece oportunidades para plantear debates que hemos visto ya en otros ámbitos. Me refiero a acoger el nuevo paradigma de la movilidad, donde disponer de un coche se parecerá más a coger un tren que a tener aparcado en el garaje un símbolo de estatus.
Y ahí está el reto: en comprender que el coche, que durante 100 años ha ido cambiando de forma pero no de fondo, ahora está mutando hacia otro concepto. Con el auge de la economía del acceso, las plataformas de consumo colaborativo evocan la eficiencia energética y de maximización del uso. En el marco de las ciudades inteligentes, el coche ya no será una posesión particular, sino una pieza más imbricada en una infraestructura hiperconectada, viaria y de comunicaciones a la par. La robotización también llega al volante, y conducir pasará de ser una habilidad a ser una opción, para aquellos que tengan coches autónomos.
¿Nuevas desigualdades?
Pero la innovación no es buena simplemente por ser nueva. Es decir, asegurémonos que con tanto énfasis tecnológico no estamos creando nuevas desigualdades. Lo crucial es que la innovación tecnológica vaya de la mano de mejoras de calidad de vida de las personas apostando por modelos que sean de acceso universal, evitando brechas digitales y desarrollando soluciones beneficiosas para el planeta.
El desarrollo económico y la cohesión social nos van en ello. Si el nuevo Salón contribuye a eso, larga vida al Automobile.
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