Editorial

Un Turó Park rehabilitado y sin perros

El parque no puede seguir con la degradación a la que le ha conducido el incivismo de muchos, y no solo de los dueños de las mascotas

Varios vecinos con sus perros, alguno de ellos sin atar, en el Turó Park , ayer.

Varios vecinos con sus perros, alguno de ellos sin atar, en el Turó Park , ayer.

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El anuncio de las obras de reforma del Turó Park, en el distrito barcelonés de Sant Gervasi, ha resucitado el tradicional debate sobre el uso del espacio público por parte de los ciudadanos que tienen perros. El ayuntamiento vetará la entrada de los animales aunque vayan sujetos por sus dueños. El plan municipal pretende rehabilitar los jardines que ideó Nicolau Rubió Tudurí en los años 30 del siglo pasado y rescatarlos de la decadencia en la que se encuentran actualmente. Los propietarios de perros que acuden habitualmente al lugar no han tardado en presentar sus quejas. Denuncian las reducidas dimensiones del pipicán que seguirá abierto en el parque mientras se ejecuta la reforma y lamentan también que se les invite a ir a un espacio cercano para mascotas que puede quedar pronto saturado.

La dignificación del Turó Park es tarea inaplazable. Forma parte del catálogo urbanístico de la ciudad y no puede seguir con la degradación a la que le ha conducido el incivismo de muchos, y no solo de los dueños de las mascotas. El valor histórico del recinto aconseja un trato especial como ocurre con otros cuatro parques de elevado valor paisajístico o botánico que, aunque no situados en la trama urbana, prohíben la entrada de perros. En una ciudad donde está registrado un can por cada 10 habitantes, el uso de zonas públicas debe estar marcado por ineludibles criterios de civismo y seguridad que garanticen la convivencia y respeten el entorno urbano que es patrimonio de todos.