Un sistema que urge reformar

Los impuestos que necesitamos

La fiscalidad no es un fin, sino un medio orientado al crecimiento de la economía, a generar empleo y la mejora del nivel de vida de los ciudadanos

A la espera 8 Espera en una oficina de Hacienda de BCN, este mes.

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ANTONIO ARGANDOÑA

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El lector quizá entienda que no necesitamos ningún impuesto, que son un mal, quizá necesario, y que deberían ser lo más bajos posibles. O que deberían aumentar, porque tenemos muchas necesidades que se financian con impuestos. Y quizá recuerde la oleada de comentarios de todos los colores, que ha levantado el presidente Donald Trump con sus planes de reforma fiscalDonald Trump con sus planes de reforma fiscal para las empresas norteamericanas.

Pero, en todo caso, me parece que estará de acuerdo en que nuestro país necesita una reforma fiscal, aunque solo sea porque en los últimos años se han introducido muchos ajustes para aumentar la recaudación y frenar el crecimiento de la deuda pública, o para atender las demandas de algunos colectivos, o por razones electorales. Sí, decididamente, necesitamos una reforma fiscal.

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¿Urge la reforma? Sí. ¿Se llevará a cabo pronto? Probablemente, no, por razones obvias. ¿Conviene ir preparándola? Sí, claro. ¿Quién debería prepararla? Primero, el Gobierno y el Parlamento deberían dar las orientaciones principales y, quizá, señalar algunas líneas rojas. Luego deberían entrar los expertos de diversas especialidades y tendencias. Cuando tengan un borrador avanzado, deberían abrirse muchos debates en la sociedad, pero siempre abiertos, con participación de los que están a favor y de los que están en contra, con orden y sin insultar, algo difícil en nuestro entorno, pero habría que intentarlo. Y, al final, propuesta y votación. 

CUÁNTO GASTO Y QUÉ TIPO DE GASTO

Un sistema fiscal no es un fin, sino un medio, que debería orientarse, en mi opinión, a conseguir una economía con capacidad de crecer, crear empleo y mejorar el nivel de vida de los ciudadanos, y esto está en función del gasto que se desea financiar: cuánto gasto y qué tipo de gasto. La financiación debe ser poco distorsionadora –siempre lo será, nos guste o no–, pero, en cuanto entra en el bolsillo de los ciudadanos, tendrá consecuencias sobre la equidad, y esto afecta a las necesidades de colectivos concretos, sobre todo de los más necesitados, y a los incentivos para producir y ganar dinero, y al reparto de las cargas, que es un tema de justicia que no debe obviarse: ni café para todos, ni que paguen los ricos, ni muchos menos que paguen los demás.

Y como tenemos un sistema bastante descentralizado, la reforma tendrá que tener en cuenta el futuro sistema de financiación autonómica y local, con sus propias reglas del juego: centralizar lo que deba ser centralizado y dejar autonomía para que cada ente pueda decidir algunos caracteres de su sistema fiscal, de acuerdo con sus peculiaridades, su cultura y el tipo de sociedad que trata de desarrollar.

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Un buen sistema fiscal debe ser suficiente para financiar el gasto que se considere necesario; flexible, de modo que la recaudación pueda aumentar al menos al ritmo del producto interior bruto; estable, para muchos años, aunque habrá que hacer correcciones desde muy pronto, o sea, que dé seguridad de que las reglas no cambiarán a mitad de partido. Debe ser claro, sencillo y eficiente a la hora de entender los impuestos, a la de pagarlos y a la de gestionarlos. 

UN SISTEMA CON MÁS GENERALIDAD

Hay un amplio consenso entre los expertos en que el sistema debe tener más generalidad, que se consigue ampliando las bases gravadas y reduciendo las exenciones, los tratamientos diferenciados y los gastos fiscales, que reducen potencial recaudatorio, rompen la neutralidad, se prestan a la elusión fiscal y crean intereses creados. Lo que no quiere decir café para todos: por ejemplo, el impuesto sobre la renta puede y debe tener en cuenta no solo la cuantía de los ingresos, sino también otras circunstancias, como la composición de la unidad familiar, las edades de sus miembros y otras circunstancias.

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En Estados Unidos están dando un giro hacia lo que es el modelo más generalizado en Europa, con más peso a los impuestos sobre el consumo (IVA) que sobre la renta. Esto puede resultar poco atractivo políticamente, pero tiene mucho sentido económico. La función redistributiva se encaminaría a través del gasto (sanidad, educación, pensiones), aunque los impuestos tendrían también un papel relevante. Y, claro, nuestro sistema fiscal debería tener en cuenta el de nuestros socios europeos.

¿Necesitamos la reforma? Sí, ya lo he dicho. ¿Será fácil? ¡Oh, no! Pero, ya lo he dicho también, me gustaría pensar que somos capaces de promover un gran diálogo en la sociedad, que, a partir de las necesidades y de las preferencias de todos, vaya acercándonos a un consenso.