Dos miradas

Los 'mac(a)rons'

Me ha llegado al corazón saber que Brigitte Trogneux, la mujer de Macron, es hija de la famosa casa, más de cinco generaciones de pasteleros, que fabrica los 'macarons' de Amiens

Emmanuel Macron y su esposa Brigitte Trogneux, el pasado 23 de abril.

Emmanuel Macron y su esposa Brigitte Trogneux, el pasado 23 de abril.

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Aparte de Paul Valéry y del cementerio de Seta y del mar que siempre recomienza, del Tour, de todos los productos del pato que venden en Sarlat, de los ríos amplísimos y las catedrales góticas; aparte de un paseo por la antigua estación de Orsay y el jardín de las Tullerías, de los campos de lavanda en la Provenza, de alguna librería de París y de Le Trouve Tout du Livre, de Le Somail, junto al canal del Midi; aparte de los campanarios esbeltos de Normandía, de las ventanas junto al río, florales, de Colmar, de los paseos de Rousseau y del fatalismo de Diderot; aparte de un fantástico Petrus que bebí no en Burdeos sino en el Motel Empordà, de Figueres; aparte de todo esto, y de pasar unos días en Aviñón, y de 'Las feuilles mortes', y de unas cuantas películas de Rohmer y de varias prosas de Prévert, a mí, de Francia, sobre todo me gustan los 'macarons'.

De hecho, me vuelven loco. Cualquier aproximación para describirlos es inútil. ¿Se pueden comparar con el merengue? Tienen, eso sí, su consistencia vaporosa, pero la crema en el interior, sutil, los vuelve invencibles. Por eso me ha llegado al corazón saber que la señora Brigitte Trogneux, de casada Macron, es hija de la famosa casa –más de cinco generaciones de pasteleros, especialistas también en chocolate– que fabrica los de Amiens, en la región de Picardía, hechos con mazapán, distintos de los de París. Es lo que tiene Francia, que tarde o temprano todo termina en una confitería.