Peccata minuta

Raimon

Quiero cantar otra vez 'El vent' desde los 20 años de Serrat, con todo el Palau en pie y el viento de la historia dándonos en la cara

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JOAN OLLÉ

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Hace años Raimon nos cantó que venía de un silencio, y ahora, a los 76 y en plena forma, nos anuncia que desea regresar a él. Sus 12 recitales en el Palau,  donde debutó en 1967,  serán las 12 campanadas que anuncien su jubilosa jubilación. Me gustaría ir a la última sesión, como me hubiera gustado haber estado en el último recital de Jacques Brel, el mismo 1967, donde el belga, ante la insistencia del público que no se resignaba a perder su saliva, sus muecas y su sudor, tuvo que salir a saludar en batín y calcetines. Me gustaría estar en el Palau el domingo 28 y volver a cantar 'El vent', aquel grito primigenio y disconforme que, según dice la leyenda, Raimon escribió después de haber ido de paquete en una moto –tal vez la futura moto de Los Brincos o la moto 'chiquipaua' del bueno de Pere Tàpias, que en paz descanse pero no en olvido. «'Pluja que cau, adéu siau, adéu siau al temps de primavera…'»

Es primavera, y quiero cantar otra vez 'El vent' desde los 20 años de Serrat, con todo el Palau en pie y el viento de la historia dándonos en la cara. Y mientras cantemos, gritemos  con Raimon, buscando aún juntos la luz y buscando a Dios, pensaré en aquellos versos de Gil de Biedma escritos justo después de que María Zambrano, en 1956, le contase su emoción al escuchar 'La internacional' en Piazza del Popolo: «Cantaban. / Y yo cantaba con ellos. / Oh sí, cantábamos todos / otra vez, qué movimiento, / qué revolución de soles en el alma! / Sonrieron rostros de muertos amigos / saludándome a lo lejos, /  borrosos –¡pero qué jóvenes, / qué jóvenes sois los muertos!– / y una entera muchedumbre /me prorrumpió desde dentro / toda en pie».

Sí, lloraré por los que ya no están y recordaré que mi condición de ladrón empezó con 'El vent', al distraerle al monedero de mi madre unas pesetas para hacerme con aquel primer disco  amarillento en el que aparece el de Xàtiva, con cara de pocos amigos, apoyado en una pared de ladrillos con una guitarra bajo el brazo y observado de lejos por un chavalín de pocos años. Ahora sé que aquel chavalín era yo, que éramos nosotros, y que aquellas cuatro canciones ('Al vent', 'La pedra', 'Som' y 'A colps') eran existencialismo puro a la salsa 'hai-ku'. 

CÁRCELES Y PISTOLAS

Luego llegó la urgencia de gritar que sabíamos de muchos hombres (y mujeres) encerrados en las cárceles, que no creíamos en las pistolas y que nos mantendríamos por siempre fieles al servicio de nuestro pueblo. Y llegó la gran belleza de las 'Cançons de la Roda del Temps' de Salvador Espriu y las 'Veles e vents' de Ausiàs March, navegando por el hirviente mar de una cazuela en un país donde la lluvia no sabe llover. Sí, Raimon Pelegero Sanchis y sus blanquísimos cabellos han decidido irse, pero «la nit és un vell armari i ens porta la cançó».

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