LA CLAVE

Maldita indiferencia

Los obispos y Mélenchon se olvidan clamorosamente de cómo ganó Hitler las elecciones en 1933 con la pasividad de católicos y comunistas

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ALBERT SÁEZ

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La Iglesia católica francesa ha guardado un escandaloso silencio antes de la celebración de la segunda vuelta de las cruciales elecciones francesas de este domingo. Un silencio que se ha hecho más evidente por los contundentes pronunciamientos de las otras comunidades religiosas (protestantes, musulmanes y judíos) que han llamado a cerrar el paso al fascismo de Marine Le Pen y han dado su apoyo inequívoco a Emmanuel Macron. Es un error, un inmenso error que solo se explica por los tradicionales vínculos de una parte de la jerarquía católica con la derecha francesa más rancia, nacionalista y tradicionalista, ahora incrustrada en el Frente Nacional. Y es un error solo comparable al que han cometido quienes están en las antípodas ideológicas del catolicismo conservador, esa Francia aparentemente insumisa de Jean-Luc Mélenchon.

Casi un siglo después, las mismas corrientes ideológicas son capaces de repetir los errores que cometieron en las elecciones alemanas de 1933 y que permitieron el acceso de Hitler al poder a través de las urnas. Le Pen podría conseguirlo también, aunque parezca imposible como lo parecía entonces. El periodista  Agustí Calvet, Gaziel, ya teorizó en su momento sobre como el fascismo se cria en el subsuelo de la democracia como lo hacen los huevos de la serpiente. La misma indiferencia que describió magistralmente Tabucchi en su 'Sostiene, Pereira'.

Lamentablemente hay lecciones que no aprendemos incluso aunque estemos advertidos. Adorno sentenció tras la locura nazi: "La principal misión de la educación es evitar que Auschwitz se vuelva a repetir". Parece evidente que algunos obispos franceses y algunos dirigentes comunistas se saltaron algunos días de clase. O bien que algunos maestros se desviaron de su tarea principal.

Sea como sea, millones de muertos después algunos son capaces de no entender que, en determinadas batallas, la neutralidad favorece a una de las partes, la que pretende hacerse con las instituciones para destruirlas y disolver su naturaleza democrática. Luego se lamentarán cuando Le Pen se proponga ilegalizarlos o someterlos. Será tarde, muy tarde por su maldita indiferencia.