Seguridad sin asfixia

Casos como el del individuo que entró en el estadio del Espanyol con un arma de fogueo ponen a prueba a la sociedad de hoy

Jordi Alba despeja el balón ante Gerard Moreno, el delantero del Espanyol.

Jordi Alba despeja el balón ante Gerard Moreno, el delantero del Espanyol. / periodico

ALBERT GUASCH

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No es ninguna broma que alguien introduzca una pistola en un estadio.  No importa si es o no de fogueo. No se distingue. Y no es ninguna broma que alguien la desenfunde y haga, además, el gesto de disparar, aunque del arma solo salga un petardazo. Durante el derbi no pasó nada grave. José Manuel Pérez Díaz, trastornado por la combinación de fármacos y alcohol y afectado de una grave irresponsabilidad, fue rápidamente reducido. Una suerte. Con el partido empezado y las gradas a rebosar, pudo perfectamente haberse producido una estampida de pánico de graves consecuencias. No fue el caso.

NO SIRVE COMO EXCUSA

José Manuel debe ser castigado. Lo será. No puede volver a entrar a un recinto deportivo en mucho tiempo. No sirve ni remotamente como excusa que se asustara ante la amenaza de radicales blanquiazules por su celebración, como ha explicado a este diario. Seguro que no fue el único aficionado que festejó los goles del Barça dentro del estadio. Ni tampoco el único que llevaba puesta la camiseta azulgrana. Él sí fue el único que escondió una 38 automática negra.

También debe ser sancionado el RCD Espanyol. Lo será. Precisamente por ello. Por no impedir que entrara un arma en su casa. Fallaron los controles de seguridad. No resulta nada fácil registrar a más de 30.000 aficionados a fondo. Eso se entiende. Y más cuando esas 30.000 personas no acuden de forma escalonada, sino que generalmente suelen concentrarse a falta de media hora para el pitido inicial del partido. Las colas resultarían inasumibles y las protestas, ruidosas.

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Pero no se puede olvidar que vivimos en tiempos de psicosis terrorista y la responsabilidad de cada club debe ser máxima. El incidente de José Manuel Pérez es más bien aislado. Pero hay que estar alerta. Combinar la seguridad y la defensa del ocio libre y sin asfixias es el gran desafío de las sociedades contemporáneas. No hay armas infalibles para ello. Ojalá estén los mejores controlando los accesos a los estadios.