tú y yo somos tres

Sílvia, la 'votación a la bola', y el abad

ferran Monegal

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A pesar de que la abadía de Montserrat no tiene mar, ni linda con ningún río, Sílvia Cóppulo ha subido al monasterio a pescar ('Fora de serie', TV-3). Y con gran habilidad, le ha tirado la caña, con anzuelo y sedal, a Josep Maria Soler, el abad. ¡Ahh! <b>Sílvia</b> es una querida compañera muy espabilada. Tiene una listeza innata notable. Iba paseando por el claustro, en devoto y virtuoso recogimiento, y le iba preguntando al abad cuál era su postura ante el referéndum, cómo se podría conseguir que el Gobierno de España permita estas ganas de votar... Y en un momento dado le hizo una reflexión meditable: recordándole que Adolfo Suárez, durante la Transición, llamó a Dom Cassià María Just, anterior abad, para pedirle su opinión sobre Catalunya, y dado que ahora Mariano Rajoy ni llama, ni nada, Sílvia sugirió al abad Soler que tomase la iniciativa y se transformase en mediador para desencallar la barca del referéndum, tan atascada. ¡Ah! Es una idea de salvamento muy cristiana, y la mar de aprovechable. La respuesta fue: «No forma parte de la misión del abad de Montserrat entrar en contextos políticos. Estoy dispuesto a hacer de puente, si se me pide que lo haga. Pero declararse a favor de una opción u otra vuelve a ser una opción política. La única opción defendible desde la doctrina social es que la gente se exprese». ¡Ah! Este modo de navegar del abad es sabio; es una apasionante mezcla de cautela y buena voluntad. Sílvia por su parte, tenaz e incansable, siguió tirando la caña. Y por fin consiguió pescar un ejemplar que ya ha tenido gran eco mediático. Fue cuando preguntó: «Si Catalunya fuera independiente con un referéndum acordado, o no, o con una DUI, ¿el Vaticano la reconocería como Estado?». Y el abad contestó: <b>«El Vaticano normalmente reconoce los Estados que se crean. Yo creo que la reconocería»</b>. Fue un instante colosal. Los hermosos ojos de Sílvia se iluminaron.

Hubo otro momento que a mí me pareció delicioso, si lo entendemos como metáfora. Fue cuando el abad enseñó qué sistema usan en Montserrat para votar. Sacó una cajita con bolas de tres colores. La blanca, 'Sí'. La negra, 'No'. Y la de color chocolate, 'Abstención'. Y mostró un artilugio muy ingenioso, en forma de embudo, que permite a los monjes votar con toda tranquilidad sin que nadie vea el color de la bola que ha metido en la caja. ¡Ahh! Esta 'votación a la bola', dejó a mi admirada Sílvia Cóppulo extasiada. Ánimo.