ANÁLISIS
La resurrección de Renzi
Rosa Massagué
Periodista
ROSA MASSAGUÉ
“Europa sí, pero no así”. Con estas palabras pronunciadas en Bruselas, Matteo Renzi dio por finalizada el pasado viernes su campaña para las primarias del Partido Democrático (PD). Hoy vuelve a ser el líder del partido del centroizquierda, posición que abandonó junto con la presidencia del Gobierno tras ver derrotada en las urnas su reforma constitucional a finales del pasado año. Este Renzi 2.0 tiene el aval del potente 70% de los votos de los dos millones de italianos que en medio de un fin de semana largo se tomaron la molestia de acudir a las urnas.
Cuando parecía que Europa estaba desapareciendo del mapa político italiano con un Movimiento 5 Estrellas (M5S) lanzado a una victoria electoral en unas futuras elecciones, con un PD dividido y una derecha que no consigue recomponerse, regresa Renzi con el mensaje europeo. Los candidatos europeístas y de centroizquierda en Francia y Alemania, Emmanuel Macron y Martin Schulz, tienen compañía, aunque al italiano le queda mucho trecho por recorrer. Mucho más que aquellos que de momento han llegado a la etapa de candidatos. No han cruzado la meta que es ganar las elecciones, pero Renzi está todavía en la línea de salida. Ni siquiera es candidato ni hay comicios convocados que deberían serlo en la primavera del próximo año. Y los problemas a los que tiene que hacer frente son enormes, dentro y fuera del partido.
Para empezar, la tentación de convocar elecciones aprovechando tanto el viento a favor que le da la recuperación del liderazgo (que soplará mucho más fuerte si el domingo en Francia gana Macron) como la parálisis manifiesta del Gobierno de Paolo Gentiloni tiene un freno impuesto por el presidente de la República. Sergio Mattarella ha dicho claramente que no disolverá el Parlamento mientras no se apruebe una nueva ley electoral para el conjunto de las dos cámaras que garantice la gobernabilidad cuyo proyecto está atascado en una comisión.
Desatascarlo no será fácil ni rápido. Hacerlo será en gran parte tarea de Renzi, pero antes deberá reestructurar el PD, decidir cuál debe ser el papel del partido así como su relación con el resto de la izquierda, tanto con los últimos disidentes encabezados por los históricos Pier Luigi Bersani y Massimo d’Alema, como con la que siempre ha estado ahí fuera, fruto de otras disidencias y que ahora manifiesta una voluntad de federación considerada necesaria para evitar el desgaste y la impotencia que arrastran la fragmentación, voluntad que está recibiendo amplio consenso. En su discurso de victoria el líder negó que tuviera ánimo de revancha, pero no está dispuesto a facilitar ideas que den cabida a toda la izquierda.
Además de estas tareas, está Europa o, para ser exactos, la reconstrucción de una Europa fuerte y distinta junto a Macron y Schulz que tenga por objetivo primordial a los ciudadanos. Renzi es hombre poco dado a delegar. Con lo que le espera, su personalismo puede restar. Pero si nada será fácil, la mayor dificultad será la de convencer a los italianos de que ha aprendido de los errores pasados.
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