LA FIESTA DEL TRABAJADOR

El Primero de Mayo, en la encrucijada

Es un momento de profundas transformaciones, cargado de preguntas y en el que el reto consiste en aportar respuestas útiles para garantizar mejores condiciones laborales y de bienestar social

La manifestación del Primero de Mayo, hoy, en Barcelona.

La manifestación del Primero de Mayo, hoy, en Barcelona. / periodico

DANIEL PÉREZ DEL PRADO

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El Primero de Mayo es ante todo un día reivindicativo, una jornada para conmemorar a aquellos que, incluso llegando a dar su vida, se entregaron denodadamente por la mejora de los derechos de los trabajadores. Pero también es un momento para reflexionar, para preguntarnos acerca de en qué situación se encuentra y hacia dónde se dirige el trabajo en el mundo.

En ese debate ha venido ocupando tradicionalmente un lugar central el desempleo. La mejora de los datos en nuestro país (a pesar del bache de la última EPA, que deja la cifra total de parados en 4.255.000), no debe hacernos olvidar que es mucho aún el camino que resta por recorrer (cinco regiones españolas están entre las diez europeas con más paro según Eurostat) y que el fantasma del alto paro estructural ni mucho menos se ha disipado. Al margen de lo local, la bonanza económica no termina de alcanzar a todos los países. De acuerdo con los cálculos de la OIT, acabaremos el presente año con 3,4 millones de parados más en el mundo.

REBAJA DE CONDICIONES LABORALES

Pero el desempleo ya no encuentra solución en el empleo. Desde hace más de cuatro décadas venimos preguntándonos si resulta posible conjugar crecimiento económico y calidad en el empleo, sin que hasta el momento hayamos conseguido encontrar una respuesta satisfactoria. Al contrario, la rebaja de condiciones laborales a través de las llamadas “reformas estructurales” se presenta como la única solución viable para mejorar la eficiencia de los mercados de trabajo y, por ende, del conjunto de la economía. Con ello, nuevos fenómenos sociales, como el de los trabajadores pobres, emergen sin que los Estados del bienestar tradicionales hayan sabido adaptarse satisfactoriamente a esta nueva realidad. En 2017, 776 millones de personas tendrán un trabajo que no les permitirá cubrir sus necesidades más básicas.

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Es más, la pregunta ya no es sólo qué tipo de empleo seremos capaces de generar, sino si habrá trabajo para todos. El impacto que la economía digital está teniendo en las sociedades occidentales no es un debate de futuro o de ciencia ficción, sino muy de presente. CaixaBank Research pronostica que un 43% de los puestos de trabajo actuales en España tienen un riesgo elevado de ser automatizados a medio plazo. El Foro Económico Mundial ha advertido que, entre los años 2015 y 2020, la digitalización de la economía conllevará la desaparición de cinco millones de empleos. El alcance de la profunda transformación social y económica que estamos viviendo resulta casi inimaginable.

Este es el difícil contexto que estamos atravesando. Un momento de profundas transformaciones, cargado de preguntas y en el que el reto consiste precisamente en aportar respuestas útiles para garantizar mejores condiciones laborales y de bienestar social. Esta es la encrucijada, en definitiva, en la que conmemoramos este Primero de Mayo.