EL ORIGEN DE UN TRATAMIENTO ESTÉTICO

'Dame veneno' o las mil caras del bótox

La investigación de la toxina botulínica para la guerra química, durante la segunda guerra mundial, abrió la puerta a aplicaciones terapéuticas

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ADELA MUÑOZ PÁEZ

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No sabemos si fue su celo como médico o su carácter de poeta aficionado lo que empujó a Justinus Kerner a investigar las causas de los cientos de muertes que se venían registrando en la región de Wurtemberg, en el sur de Alemania, desde finales del siglo XVIII. Sin embargo, sí sabemos que descubrió que esas muertes se debían a las salchichas que habían comido los afectados, por lo que llamó a la enfermedad botulismo, del latín 'botulus', que significa salchicha. A finales del siglo XIX se pensó que el botulismo podía estar producido por bacilos similares a los que provocaban la tuberculosis, pero no se encontraron bacterias en las víctimas de las salchichas ni de otros embutidos que también habían resultado letales.

En 1895 los microbiólogos Van Ermengem y Kempner descubrieron que la culpable era una bacteria a la que denominaron 'clostridium botulinum', que segregaba una sustancia, la toxina botulínica, que causaba estrabismo, visión doble, afonía, parálisis muscular y en muchos casos la muerte. En 1900 se identificó otro brote de botulismo tras la ingestión de judías en conserva, lo que puso de manifiesto que la bacteria se desarrollaba en todo tipo de alimentos en conserva, es decir, en un medio sin oxígeno.

LA SUSTANCIA MÁS TÓXICA

El hecho de que sea la sustancia más toxica conocida (medio kilogramo bastaría para matar a toda la humanidad) convirtió a la toxina botulínica en una atractiva arma de guerra química. Durante la segunda guerra mundial, los servicios de inteligencia británicos informaron de que los alemanes podían estar preparando esta toxina para esparcirla durante los bombardeos de Londres. Eso llevó a los aliados a establecer un centro de investigación de esta sustancia en Fort Detrick (Estados Unidos), donde se determinó su estructura y peso molecular y se sintetizó un antídoto, del que las tropas aliadas llevaron más de un millón de dosis durante el desembarco de Normandía. Finalmente, los alemanes no usaron la toxina y las reservas de EEUU se destruyeron en 1972, tras la firma del Convenio sobre Armas Biológicas y Toxinas. No obstante, los conocimientos adquiridos hasta entonces abrieron la puerta a sus aplicaciones terapéuticas. 

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Esta bacteria produce siete toxinas diferentes, identificadas como A - G, cuatro de las cuales son mortales para el hombre porque producen el bloqueo de la liberación de la acetilcolina, la sustancia que desde los nervios transmite al sistema músculo-esquelético la información que da lugar a las contracciones musculares; cuando el músculo del diafragma deja de funcionar, se produce la muerte por asfixia. Además del oxígeno, estas bacterias no toleran el vinagre ni los nitritos, por lo que estas sustancias son uno de los aditivos alimentarios más usuales, ya que además, junto con los nitratos, dan a la carne el tono rojizo que la hace más apetecible.

Las aplicaciones terapéuticas se desarrollaron en el control de desórdenes musculares, tales como algunas formas resistentes de tortícolis o los espasmos que sufren las personas con parálisis cerebral, que las incapacitan para realizar muchos movimientos. También ha resultado útil en el tratamiento de migrañas crónicas o para bloquear las glándulas sudoríparas de pacientes que transpiran de forma desmesurada.

TRATAMIENTO DEL ESTRABISMO SEVERO

No obstante, el uso más extendido de la toxina botulínica -su empleo en tratamientos de estética- surgió a raíz de la primera aplicación terapéutica: el tratamiento del estrabismo severo realizado por primera vez por el médico norteamericano Alan Scott en la década de los 70. Durante la aplicación de este tratamiento, la doctora Alistair, de la Universidad de British Columbia (Canadá), observó una disminución de las arrugas del entrecejo. En 1988 la compañía Allergan adquirió los derechos para distribuir la toxina botulínica de tipo A con el nombre comercial Bótox, y en el año 2002 la agencia americana del medicamento reguló su uso. En el 2017 lo emplean millones de personas en todo el mundo para suavizar las arrugas del entrecejo, las patas de gallo alrededor de los ojos y las líneas de expresión en torno a la boca.

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A comienzos del siglo XX las planchadoras empleaban planchas rellenas de carbones ardiendo. Con la llegada de la electricidad se aligeró esa ingrata y peligrosa tarea mediante el uso de las planchas eléctricas. A comienzos del siglo XXI cada vez se plancha menos ropa, pero las planchadoras no han desaparecido: ahora llevan batas blancas y emplean jeringuillas para planchar las caras.