100 días del antipresidente

Trump mira por una ventana del Despacho Oval durante la entrevista con motivo de sus 100 días en la Casa Blanca.

Trump mira por una ventana del Despacho Oval durante la entrevista con motivo de sus 100 días en la Casa Blanca. / SAV

RAMÓN LOBO

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Los guionistas de Saturday Night Live --la oposición que más irrita a Donald Trump-- resumieron en dos líneas los primeros 100 días de su presidencia. Alec Baldwin, que interpreta a Trump, pidió al vicepresidente que leyera la lista de logros. Mike Pence sacó un papel y dijo: “La nominación de Neil Gorsuch” (juez del Supremo). Trump-Baldwin exclamó: “¡Dios, me gustal ¡Qué hermosa y larga lista”. Recuerden que estamos en la era de los hechos alternativos, la gran aportación del trumpismo.

Hermoso es el muro que quiere construir en la frontera con México. Hermosa era su reforma sanitaria que liquidaría el Obamacare y que quedó varada en la Cámara Baja por falta de apoyo. A unos les pareció poco; a otros, demasiado.

En estos primeros 100 días en la Casa Blanca no ha logrado nada concreto. No pudo sacar adelante la prohibición de entrada en EEUU de personas procedentes de siete países musulmanes. Se lo pararon los jueces, igual que el segundo intento sin Irak en la lista. También le han bloqueado en su pelea por doblegar las ciudades santuarios (de inmigrantes). El sistema de contrapesos está funcionando.

Acaba de presentar su reforma fiscal que, de aprobarse, beneficiará a los muy ricos y a las grandes empresas. Está por ver cuál será su recorrido legislativo. Es un plan insólito para un presidente que se niega a hacer pública su declaración de la Renta y que preside un Gabinete de multimillonarios.

PERIODO DE GRACIA

Después de este periodo de gracia, que inventó Roosevelt para medir la aprobación de medidas que iban a sacar al país de la Gran Depresión, sabemos lo que sabíamos: Trump es impredecible, prefiere el papel de candidato al de presidente. El cargo no le ha cubierto de respetabilidad. Nick Bryant lo resume en la BBC: “El antipolítico se ha transformado en el antipresidente”.

En este tiempo ha insultado a casi todo el mundo: a Barack Obama, que acusó de espiarle en la Torre Trump de Nueva York con un microondasal primer ministro de Australia, a quien colgó el teléfono, a Angela Merkel por blandengue, a los servicios de espionaje (propios y ajenos), a los jueces, a los refugiados sirios… La lista es amplia.

Solo el bombardeo en Siria y su discurso ante el Congreso han tenido un aura presidencial. El uso de la fuerza es una potestad que no está al alcance de un candidato. El resto del tiempo ha dominado el Trump vehemente y tuitero.

Su política exterior es tan errática que nadie sabe a qué atenerse. Ni amigos ni enemigos. La OTAN ha dejado de ser obsoleta en tres meses; ahora es una garantía para la paz. En este tiempo ha pasado de ensalzar a Vladimir Putin y Basar el Asad a entrar en conflicto con ambos.

¿HA DEJADO DE SER AISLACIONISTA?

Pese a las expectativas creadas por él mismo aún no ha trasladado la embajada de EEUU a Jerusalén, ni abandonado el acuerdo nuclear con Irán (se limita a un lenguaje agresivo). No ha revertido la apertura de Obama hacia Cuba ni denunciado el acuerdo de París para frenar el cambio climático. Tampoco hay noticias de aranceles para China y México. ¿Ha dejado de ser aislacionista?

Fue el primero en felicitar al presidente turco por su victoria en un referéndum que la oposición considera fraudulento. Coquetea con la xenófoba Marine Le Pen porque es dura en la defensa de sus fronteras y jalea a los hoolingans del 'brexit'.

Muchas de sus 'boutades' son cortinas de humo, distracciones para encubrir el caos en el que se desenvuelve su Administración. De fondo suena una música peligrosa, la llamada pista rusa: ¿tuvo conocimiento de una presunta coordinación de su campaña con los servicios secretos rusos para perjudicar a Hillary Clinton? De probarse, podría costarle la presidencia.

Cien días después, su índice de aprobación está en el 42,1% con un rechazo del 53,3%, según la media de las encuestas. En el mismo periodo Obama superó el 60% de aprobación, igual que Ronald Reagan. Está incluso por debajo de Gerald Ford (45%), al que perjudicó el perdón otorgado a su antecesor, Richard Nixon, el presidente del Watergate.

GANAN LOS PRAGMÁTICOS

En la Casa Blanca hay dos corrientes ideológicas, la de Steve Bannon, que representa la extrema derecha americana, y de la los republicanos pragmáticos como el general McMaster, nuevo jefe de Seguridad Nacionalel jefe del Pentágono, general James Mattis y el secretario de Estado, Rex Tillerson. Parecen ganar los segundos.

Un analista estadounidense define la situación con la imagen del policía bueno y el policía malo, que ejerce Trump. Su fama de impredecible y su gatillo fácil (desde Siria) puede ser una baza negociadora ante China y Rusia: el loco podría hacer locuras. Habrá que esperar otros 100 días para saber más. Eso si estamos vivos.