La 'posverdad'
Mentiras, corrupción y cambio digital
Lo mejor que nos aportará el cambio digital será comprobar cómo aquellos que no puedan mantener en público lo que dicen en privado estarán muertos
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
SÍLVIA CÓPPULO
«Ya nos hemos inventado una cosa para darle una leche». Me quedo de piedra al escuchar la conversación entre los máximos responsables del diario La Razón, el director, Francisco Marhuenda, y el presidente, Mauricio Casals, admitiendo sin pudor alguno que creaban y publicaban noticias falsas para coaccionar a Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, a fin de que no denunciara las irregularidades que implicaban a Edmundo Rodríguez, consejero delegado del diario. Crean y publican mentiras flagrantes y tienen la cara de comentarlo entre ellos abiertamente. Para más inri, si es preciso el fiscal anticorrupción, Manuel Moix, parará cualquier intento de investigación. La descomposición del Estado es consecuencia directa de la corrupción de sus estructuras políticas y judiciales, con la inestimable colaboración del periodismo afín.
Les confieso que me siento mal, huérfana de referentes, y es entonces que indago buscando una salida. «El cuestionamiento de la verdad ha llegado a su punto neurálgico. El lenguaje lo permite todo. Es espantoso. Nada nos asfixia, nada nos corta la respiración cuando decimos algo monstruoso. El lenguaje es sumamente servil y no tiene límites éticos». El sabio George Steiner responde así a Laure Adler en un libro que les recomiendo: Un largo sábado. Asoma también en mi memoria el maestro de periodismo Ryszard Kapuscinski, quien afirmaba que para ser un buen periodista hay que ser buena persona. ¿Encaja esta máxima ética en los tiempos de la posverdad y de los hechos alternativos, versión siglo XXI de lo que hasta ahora conocíamos llanamente como mentiras? Como no creo en la regeneración espontánea de los valores morales ni individual ni colectivamente, quiero confiar en que la llamada transformación digital, que supera en mucho la innovación tecnológica y comporta un cambio de mentalidad en las personas, descubra las alfombras que esconden porquería y corrupción. Lo mejor que nos aportará el cambio digital será comprobar cómo aquellos que no puedan mantener en público lo que dicen en privado estarán muertos.
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