Editorial

Las labores de Eduardo Mendoza

El Premio Cervantes reconoce la larga trayectoria del autor barcelonés y su insobornable defensa de la literatura como «goce del relato»

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En el acto de concesión del Premio Cervantes, Eduardo Mendoza pasó revista a su relación vital e intelectual con El Quijote y remarcó de manera especial la «constante cervantina» de su obra. En resumen, «dar vida a lo que sin la ficción sería un mero dato». La producción literaria de Mendoza se caracteriza por una combinación excelente de la tradición novelesca, el humor, la ironía y la libertad estética, en una línea que le hace deudor del legado de Cervantes y que contempla el humor como «una perspectiva más allá de lo inmediato», es decir, como una forma de conocimiento y aprehensión del mundo.

Eduardo Mendoza, como ya dijo en su día la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, refleja en sus novelas –en especial en La ciudad de los prodigios– «el carácter caleidoscópico y mestizo de la ciudad» y consigue crear, desde la picaresca y el retrato histórico, desde la parodia al retrato de costumbres, un referente literario de primer orden, la creación de un mito con muy amplia repercusión internacional.

El flamante Premio Cervantes, que figura también entre los diez finalistas del Català de l’Any, ha accedido al honor del galardón más prestigioso de las letras hispanas por su larga trayectoria y gracias a una insobornable defensa de la literatura, sin afectación ni engolamiento, como «goce del relato». Como él mismo remarcó al final de su discurso, se dedica a «sus labores». Que son, ya lo dijeron los clásicos, escribir, enseñar y deleitar.